Su majestad, el fútbol, mantiene su reinado y cada cuatro años buena parte de los países del planeta se conmocionan por el campeonato mundial que se inicia buen tiempo antes por el apasionante proceso de clasificación. El primer campeonato mundial fue en el pequeño Uruguay en 1930. La mayor parte de estas competencias se han realizado en Europa, algunas en América, una en Asia y una en África. Por circunstancias extrañas, este año se realizará en Qatar, pequeño Estados en la península arábiga que no llega a los doce mil kilómetros cuadrados ni a los 3 millones de habitantes, pero se “ahoga” en petróleo.
La noche del pasado jueves fue jubilosa para nuestro país ya que, aunque derrotado en Paraguay, clasificó al mundial de Qatar lo que, al margen de su desempeño, es un honor apasionante para los ecuatorianos que nos aprestamos a seguir los partidos, sin que importen los horarios, para envidia de unos cuantos países que esperaban que su nombre suene desde el lejano país asiático. Con todos los problemas de este proceso se ha llegado a un final feliz y los jugadores disfrutarán de la categoría de “héroes” por un tiempo.
Por lo menos en el hemisferio occidental, las competencias deportivas han jugado un importante papel en el ordenamiento social. Recordemos las olimpiadas en la Grecia Clásica y en Roma en las que, los vencedores, lograban la condición de héroes sin haber participado en una guerra ni lanzado una flecha. Competir es propio de la condición humana y ha sido un componente de las nefandas guerras. En el caso de los deportes todos vivimos las emociones y defraudaciones que nada tienen que ver con las guerras. La condición de héroes se puede alcanzar sin derramar una gota de sangre. (O)