La tragedia ocurrida en Sayausí, una parroquia rural ubicada en las “goteras” de Cuenca, ha consternado a todos; pero cuando se conozcan las causas habrá que sopesarlas para tomar los correctivos necesarios.
Se han perdido vidas humanas. Algunas viviendas están en medio del lodo. Se quedaron sin los servicios básicos y de movilidad. Nuestra solidaridad para estas familias cuyo dolor, miedo, incertidumbre y preocupación, lo sienten todo Cuenca y la región.
El duro invierno es el azote del momento. Ha sacado a relucir falencias de todo orden. Aún está fresca en la memoria colectiva el desborde del río Tarqui en cuyas orillas se permitió construir viviendas. Cada vez son más fuertes las escorrentías. Algo sucede en las alturas y en los sitios por donde pasa ese y los otros afluentes que cruzan por Cuenca. Se sabe de sobra los daños causados por el Yanuncay y el Tomebamba cuando se desbordan.
No es de ahora; pero, pese a supuestos controles municipales, se tapan quebradas, acequias, por lo general para construir viviendas. Una vista aérea permite observar cómo las lomas, mesetas y faldones se llenan de construcciones.
Por ello es importante conocer porqué se produjo el aluvión en Sayausí. Algo ocurrió en las partes altas de las montañas que la circundan. No debió suceder así por así, o por la simple saturación del suelo a causa de las lluvias. La magnitud del fenómeno así lo demuestra.
Las autoridades correspondientes tienen la obligación de investigar y tomar los correctivos del caso con la ley en la mano. Y si no la hay, ponerse a legislar desde el Concejo Municipal y las Juntas Parroquiales; pues el ordenamiento territorial es obligatorio para todos los niveles de gobierno. No es letra muerta ni una novelería coyuntural.
Vale destacar, como siempre, el espíritu solidario de los cuencanos para con los damnificados de Sayauí; menos la actitud deleznable de ciertas autoridades para hacerse propaganda.
Vale recordar: ayer, hace 29 años, ocurrió el desastre de La Josefina. Sus lecciones no se han aprendido.
