El pasado 22 de marzo celebramos el día mundial del agua, elemento fundamental del desarrollo de todo tipo de vida del planeta y sobre el cual se han generado inclusive guerras y conflictos de poder. Claro está, de vez en cuando se nos olvida lo importante que es este elemento natural para nosotros que, debemos recibir ciertos recordatorios que nos sacude y nos evoca el profundo poder que engendra en nuestro entorno, a tal punto que, tristemente hemos visto en días pasados como montañas enteras han sucumbido ante el poder de la aparente inofensiva agua, la cual trae consigo un mensaje que únicamente un miope no podría visualizarle.
Como azuayos, nos hemos visto sitiados e incomunicados con las provincias hermanas producto de los deslaves generados, entre otras causas, por efectos de las fuertes lluvias que hemos soportado en este trimestre. Los destrozos son grandes, los impactos muy fuertes y las lecciones profundas, pero claro está, si tenemos memoria corta, de seguro que volveremos a caer en este tipo de inconvenientes en un futuro cercano.
Celebremos la vida, celebremos el agua, pero recordemos que, si le llegamos a perderle el respeto, las consecuencias serán profundas y muy probablemente irreversibles. Respetemos las quebradas, cuidemos los cauces de los ríos, honremos la presencia de este elemento vital sin dejar de mirar el poder que trae consigo. (O)
