Aunque pensándolo bien, lo primero: ¿si hay estrategia? ¿El Gobierno posee realmente un plan de acción en la gestión política que rebase lo inmediato y pueda contribuir a construir un camino hacia el futuro?
Al inicio rompió sus alianzas. Después, mutó a un espacio de humo y poca claridad con la búsqueda de acuerdos con Pachakutik y la Izquierda Democrática. Aquello, para después de nuevo quedarse aislado y enfrentar hoy un Parlamento fortalecido en la conquista de imposibilitar cualquier acción o decisión que provenga del Ejecutivo.
La Presidenta de la Asamblea tiene carencias en la dirección del Legislativo y su espacio de poder se ve anulado por una imposible articulación de las bancadas al interior. Parece ser de confianza del Gobierno, pero con una clara ausencia de capacidad para hacerle bien a éste, o al menos apoyarle en la obtención de apoyo político al interior.
Cambiar a la anterior ministra de gobierno era una urgencia y se veía como una decisión impostergable para el país. Pero ¿después de aquello qué?
La estrategia no es clara más allá de aislados discursos sobre una consulta popular y una peligrosa muerte cruzada. La primera opción requiere un poco de audacia y técnica constitucional para lograr que la Corte Constitucional habilite el camino plebiscitario o de referéndum hacia procurar que el Presidente pueda legitimarse y destrabar el bloqueo.
La segunda -la muerte cruzada- antes que un acto político, es uno de tipo patriótico; sin embargo, para pensar y procurar una disolución del Parlamento con algo de efecto positivo para el Presiente, es momento de plantear una estrategia que implique la visibilización pública de los errores y descrédito de una Asamblea Nacional volcada a los desniveles más bajos de la historia del Ecuador. (O)