Bajo una cerrada noche, decenas de miles de personas desafiaron la lluvia y la polémica prohibición de un juez para realizar la Caminata de la Fe, una tradicional peregrinación nocturna de 40 kilómetros de distancia por los Andes de Ecuador.
Desde que esta romería comenzó a realizarse hace unos 30 años, solo la pandemia de la covid-19 había impedido que los peregrinos caminasen la distancia que separa la ciudad de Ambato de la vecina localidad de Baños de Agua Santa para rendirle homenaje a su Virgen del Rosario.
Así que, con las restricciones de aforos en espacios públicos eliminadas desde hace unas semanas en Ecuador, los devotos de la Virgen de Baños estaban pletóricos con volver a caminar en masa hacia su iglesia para pedirle deseos o agradecerle los ya concedidos.
Nada que se cruzara por su camino los iba a detener, ni siquiera una orden judicial para suspender de manera cautelar la Caminata de la Fe por parte de un magistrado de la vecina provincia amazónica de Pastaza, emitida a escasas cuatro horas de la misa en Ambato que daba inicio a la peregrinación.
La decisión judicial se basaba en una demanda de un grupo de ciudadanos que consideraba un agravio hacia ellos que, debido a la Caminata de la Fe se cortara la principal carretera que comunica Pastaza con el centro de Ecuador y, especialmente, con la capital Quito.
«No hay forma de que podamos apelar de inmediato», lamentaba a Efe el padre Fabricio Dávila, de la Diócesis de Ambato, cuando ya se aprestaba a participar en la homilía , mientras que las autoridades provinciales y locales se plegaban a acatar la orden del juez.
FE CONTRA JUSTICIA
Sin embargo, para entonces muchos peregrinos ya se habían adelantado en la ruta y habían echado a andar, mientras que otros, que desconocían la prohibición judicial para caminar, también se pusieron en camino.
A las pocas horas, la carretera era intransitable por la cantidad de gente que avanzaba en pequeños grupos de amigos y familiares por ambos carriles sin que las autoridades ni la Policía tuvieran medios suficientes para impedirlo, sobre todo desde el cantón (municipio) de Pelileo, a mitad camino entre Ambato y Baños.
Si bien la orden del juez evitó que se alcanzase la previsión de 40.000 caminantes que tenía la Diócesis de Ambato, a Baños de Agua Santa llegaron no menos de 25.000, especialmente bien entrada la madrugada.
A la gran mayoría les agarró por el camino la intensa lluvia que comenzó a caer a partir de la medianoche, pero ni el agua ablandó su voluntad de encontrarse cara a cara con la virgen.
En el camino, siempre con el colosal volcán Tungurahua como guardián, había grupos de todo tipo, desde familias enteras con niños y mascotas a cuestas, a personas mayores que peregrinaban solas y grupos de jóvenes que se tomaban la caminata como una diversión, aderezada con un poco de mezcla alcohólica.
«Es la cuarta vez que vengo», contó a Efe Diego Suárez, tras caminar durante cinco horas desde Pelileo con el objetivo de darle gracias a la virgen por haberle dado salud durante la pandemia.
Un poco más adelante está Jessica Pilar, quien ha hecho esta caminata desde niña y ahora viene con su hija de 5 años, porque «esto es una tradición y una fe», argumentó a Efe.
INTENSO REENCUENTRO
Dentro de los 40 kilómetros hay que salvar casi 1.600 metros de desnivel, pues casi todo el trayecto es de bajada, donde se descienden más de 1.200 metros de altitud, pero el último tramo es la auténtica prueba para mostrar la fe de cada uno, al tener que ascender 360 metros.
En esa última parte, la más dura, se apreciaba a muchos feligreses al límite, con las piernas acalambradas y agarrotadas, y un gesto persistente e imborrable de dolor acumulado.
La recompensa llegaba al entrar en el tempo y encontrarse cara a cara con la tan querida Virgen del Rosario, en cuya capilla se arremolinaban los peregrinos para rezarle y pedirle favores, e incluso algunos habían elaborado un improvisado ‘collage’ al pegar las fotos de sus seres queridos en torno a la imagen.
A unos metros, el ambiente era iluminado por una plancha incandescente de cientos de velas puestas por cada uno de los peregrinos para simbolizar los deseos solicitados por cada uno a la virgen.
Mientras, los caminantes seguían y seguían llegando al templo, y los más tempraneros ya se habían adjudicado los mejores rincones para dormir en el suelo lo más cerca posible de la virgen, y así será también el próximo año, pues solo una pandemia puede dejarles sin su Caminata de la Fe. EFE