El “¡brrrum, brrrum!” característico de la aceleración en la plazoleta La Merced (Centro Histórico) anuncia la presencia de las Scooteras Cuenca Club. Las miradas se centran en este grupo heterogéneo de mujeres unidas por la misma pasión: las motos.
No es una noche común, es un típico “jueves de motos”, en donde “sagradamente”, así llueva, truene o relampaguee, se reúnen a partir de las 19:30 para hacer una “mini ruta” por las principales calles de la ciudad, sepultando quizás involuntariamente estereotipos que solamente están en las mentes machistas, y desterrando a la vez su capacidad para conquistar el mundo.
En una banqueta de la concurrida plazoleta céntrica, ubicada a la altura de la estatua del padre Julio Matovelle, se encuentra Estefanía Andrade, presidente de Scooteras Cuenca Club, electa democráticamente en noviembre de 2021, pues aquí siempre se hacen votaciones para definir a sus representantes cada dos años. A su lado, reposa su casco que sin darse cuenta ha pasado a formar parte de su indumentaria diaria.
Las integrantes del Club, fundado en el 2016 por parte de Milena Muñoz y Valeria León, quienes iniciaron en este mundo con unas motonetas LML, se estacionan en fila y apagan sus motores de dos tiempos.
La alegría por volver a verse después de ochos días es evidente. Los abrazos y las conversaciones son prolongados. En estas tertulias ríen a carcajadas y también lloran, pero generalmente hablan de diferentes temas, pero principalmente de sus motocicletas.
Estefanía comparte que tanto Milena como Valeria, quienes actualmente se encuentran fuera del país, fueron invitando a nuevas chicas hasta consolidar este grupo de mujeres motociclistas que no es el único en la ciudad.
En todo este tiempo han conformado una “auténtica familia”, ya que sus actividades van más allá de disfrutar del viento en su cara y de esa sensación de libertad que solamente brinda la motocicleta.
En esta oportunidad deciden desplazarse desde la plazoleta La Merced hasta Turi, en donde planean comprar algo de comer. Puede ser “desde una salchipapa de un dólar, hasta una hamburguesa de ocho”, pues manejar demanda mucho esfuerzo y lo importantes es recuperar energías.
Ellas, conscientes de apoyar a los emprendedores, consumen en locales pequeños, cuyos dueños luchan por salir de la crisis. La solidaridad de este grupo de mujeres se refleja en otras acciones. Una vez, por ejemplo, ayudaron a una mamá que les pidió que le reciban a su hija que regresaba a casa después de someterse a la última quimioterapia.
Pancartas, globos y el ensordecedor, pero a la vez rítmico “¡brrrum, brrrum!” se hicieron presentes para dibujar una sonrisa en aquella niña que había superado el cáncer.
Antes de llegar a este punto se arreglan para tomarse “selfies” de diferentes ángulos, que luego serán compartidas en las redes sociales del Club.
Las Scooteras Cuenca Club realizan rutas largas los sábados o domingos. La adrenalina se mide en kilómetros.
Paute, Gualaceo, Yunguilla, Tarqui son algunos de sus destinos, pero también han honrado Ambato, Loja y hasta Máncora (Perú) con su presencia.
Algunas personas que visitan este turístico lugar, en gran parte extranjeros, no dudan en pedirles una foto para llevarse un recuerdo. “¡Wow!”, “¡Qué lindo grupo!”, “¡Qué pleno!” son algunas expresiones de admiración que escuchan.
Pero no todo es color de rosa. Hay gente que todavía cree que las motocicletas son exclusivas para los hombres, a tal punto que recientemente una de sus integrantes sintió el “acoso de un motorizado” que desencadenó una aparatosa caída, pero aseguran que eso en nada les afecta, ni tampoco las frases que escuchan a diario como: “Por qué tan sola”, “Te acompaño”, “Te doy manejando”.
Coincidencia o no, el “¡brrrum, brrrum!” de una motocicleta que hace entregas irrumpe el momento y pasa pitando y gritando para llamar la atención.
Complemento
Los lentes de Estefanía se encandilan por el faro de una moto Daytona Eivissa de Karla Tejada. La noche literalmente se ilumina con la presencia de la motociclista que luce unas extensiones que brillan en la oscuridad, una de las siete prospectos que hacen méritos para ingresar a Scooteras Cuenca Club.
“Hemos vivido lindas experiencias, hasta ahora no he tenido accidentes. Empecé a manejar moto hace unos tres años por la necesidad de desplazarme, pues vivo lejos”, sostiene la abogada en libre ejercicio que recomienda respetar las normas de tránsito por parte de todos los actores.
Precisamente ese jueves fue su admisión. La joven motociclista, muy orgullosa, recibió el parche, una capucha y el respectivo carnet del Club.
Pero, ¿cuáles son los requisitos que se necesitan para formar parte de la agrupación? Uno de ellos: pasar nueve meses de prueba, ya que algunas no son constantes en las salidas y desisten.
Diana Espinoza, en cambio, es una de las más experimentadas. Tiene 59 años y trabaja como abogada en el Municipio de Cuenca.
Bajo la consigna de nunca es tarde para aprender empezó a manejar motocicleta recién hace siete años, sin embargo, confiesa que el amor por este medio de transporte ha sido durante toda su vida, pero no pudo demostrarlo porque en su juventud “no era bien visto que manejemos moto, ni tampoco había un diseño exclusivo para mujeres”.
Empezó con una Yamaha N-Max, la cual tuvo que esconderla porque “me decían que estoy loca, que la edad no me da y que si me caigo me voy a romper hasta el último hueso”, pero ignoró estos comentarios y más bien se dejó cautivar de la X-Max de 300 cc, con la que rutea por el país.
Justo cuando está compartiendo sus experiencias llega otro grupo de motociclistas a La Merced. El “¡brrrum, brrrum!” retumba en el lugar, pero estas vez el sonido proviene de las Herley-Davidson.
Hace una pausa para admirarlas y continúa su relato contando que modificó el asiento de su “caballito de acero” para acoplarse de una mejor manera. “Vamos ganando igualdad, pero hay tanto que trabajar por la lucha de género”.
Emprendedoras y profesionales
En total son 22 scooteras, entre emprendedoras y profesionales. En este grupos hay diseñadoras, decoradoras, abogadas, psicólogas, odontólogas, comunicadoras sociales, etc, que tienen un oficio en común: la mecánica, pues les tocó aprender del arte para no quedarse en medio camino y depender de otras personas, sin mencionar sus conocimientos en primeros auxilios para superar algún accidentes que puedan tener, conscientes que siempre estarán expuestas al peligro que hay en las carreteras.
La diversidad también se encuentra en los colores, modelos y cilindrajes de las motocicletas, que van desde 115 hasta 400 centímetros cúbicos (cc). ¿Quién dijo que las motocicletas grandes son solamente para hombres? …
Así como vinieron se marchan: en grupo y acelerando los motores que suenan “¡brrrum, brrrum!”, mientras se alejan a seguir conquistando el mundo. (I)
Por: José Mosquera Baca
Twitter: @jmosquera1982
Fotos: Xavier Caivinagua Astudillo
jmosquera@54.196.56.88
El Mercurio-Cuenca