Madrid.- Séfora Vargas todavía recuerda cómo hace más de 20 años las miradas le seguían mientras paseaba por el mercadillo. Acababa de comenzar la carrera de Derecho y el acceso a la universidad todavía era sinónimo de perder la «gitaneidad».
Según relata a Efe la abogada de etnia romaní afincada en la ciudad española de Sevilla (sur), tras siglos de marginación y discriminación entrar en la universidad se entendía como un síntoma de perder la identidad y cultura gitanas.
«Era como que corrías el riesgo de que te apayaras», reflexiona Vargas, haciendo referencia al término «payo», con el que los gitanos definen a todos aquellos que no son de su raza.
Para ella, a día de hoy, las cosas han evolucionado hasta el punto de que no sería capaz de contar a cuántos abogados gitanos conoce, aunque insiste en que los prejuicios y la discriminación continúan enquistados: «todo lo que toca a la comunidad gitana, en todas las áreas, o no funciona o directamente el sistema lo hace defectuoso», afirma.
Para el presidente de la Plataforma Romanés, José Alfredo Vargas, «de vez en cuando son las instituciones las que realmente facultan el rechazo social al pueblo gitano».
Este tipo de discriminaciones se engloban dentro del concepto de antigitanismo, que el Representante Especial del Secretario General del Consejo de Europa para los Asuntos del Pueblo Gitano, Valeriu Nicolae, define como «un tipo específico de ideología racista» que se manifiesta a través de «la violencia, el discurso de odio, la explotación y la discriminación, en su forma más visible».
LA PERVERSIÓN DEL SISTEMA
Un ejemplo de esta «perversión del sistema» lo vivió Séfora Vargas cuando, hace apenas un mes, le impidieron denunciar un delito de odio en la comisaría del distrito sur de Sevilla, al considerar que lo ocurrido «no era constitutivo de delito».
En una tienda muy conocida de un gran centro comercial, dos de sus clientas sufrieron un «trato denigrante» por parte de la seguridad privada y el encargado del establecimiento: «las trataron como ladronas sin siquiera haber confirmado que se había producido el hurto de cualquier objeto. Conculcaron todos sus derechos y su presunción de inocencia. Y todo por su aspecto físico», detalla la abogada.
«Tuvimos que ir a poner la denuncia al juzgado de instrucción», explica, y agrega: «si a mí, como letrada, me contestan así, ¿cómo contestan al resto de comunidad gitana?».
Este tipo de acontecimientos motivó a los romaníes a buscar un «ecurso intracomunitario» a través del cual resolver sus conflictos.
«Nosotros no teníamos recursos (jurídicos) para arreglar nuestros problemas porque no podíamos acudir a ningún sitio. Entonces tuvimos que recurrir a las personas mayores por su experiencia a lo largo de la vida», subraya la presidenta de la Fundación Contigo Creando, Estrella Jiménez, para explicar la creación del Consejo de Ancianos.
Por su parte, José Alfredo Vargas lamenta que la discriminación también se extiende a otros ámbitos, como el acceso a la vivienda o al mundo laboral.
«ANTES DEL FEMINISMO GITANO ESTABA LA RESISTENCIA GITANA»
La comunidad gitana en España reivindica la figura de la mujer romaní como la verdadera «transmisora de la cultura». Si no fuera por ellas, «por su fuerza y por su perspectiva de familia y de unión, seguramente hoy no estaríamos hablando de pueblo gitano», señala con orgullo Jiménez.
La presidenta de la Fundación Contigo Creando recuerda que históricamente las gitanas «han encabezado una lucha para lograr derechos» como el sufragio y considera que le llevan «más de 300 años a las payas en la inserción en el mundo laboral».
«Desde que se decretaron las leyes antigitanas y fueron apresados los hombres gitanos, ellas tuvieron que hacerse las responsables de mantener a sus familias. Antes del feminismo gitano está la resistencia gitana que tuvieron que mantener nuestras abuelas, bisabuelas, tatarabuelas … para poder sobrevivir», añade Séfora Vargas.
No obstante, Jiménez reconoce que, posteriormente fue quedando relegada al ámbito del cuidado de la familia «debido a todas las persecuciones que hemos vivido como pueblo».
«La historia para todas las mujeres es muy dura en cuanto a nuestros derechos y, para la mujer gitana, doblemente, porque nuestro principal objetivo ha sido siempre y será la familia: la permanencia de la familia, la unión de la familia…», matiza Jiménez.
Séfora Vargas concluye que la población gitana está teniendo acceso a «nuevos valores, roles e ideologías» gracias a que «hay un conducto social» intracomunitario «que está rompiendo moldes». EFE