Celebramos 465 años de la fundación española de nuestra querida Ciudad, que en la preHispania tenía el toponímico de Paucarbamba (llanura de flores). La urbe en la que se sustituyó al Otorongo con los templos católicos de hoy, campanarios silentes y torres elegantemente iluminadas, ciudad con aroma de pan de horno de Todos los Santos. Crisol de artesanos, artistas, poetas y soñadores, industriales, emprendedores, deportistas de élite, músicos y laboriosos ciudadanos, estudiantes y universidades de lustre que han coadyuvado intensamente para darle identidad de Ciudad de Ciencias y Profesionales de renombre, hijos que con amor la distinguen y suman a enriquecer los cognomentos asignados a la urbe de los perlados ríos, que con sus notas de cantarines correntadas le cantan con pasión a la capital austral, siempre postergada del poder central, que no pasan más allá de ofertas de campaña con sabor de engaño de políticos que sólo buscan el voto.
La efemérides es sinónimo de efímero de un día entre los 365 que posee el año, y a eso hace relación este vocablo usado por Cicerón y Cornelio Nepot, lo emplearon para referirse a un hecho notable de cada día, y eso significa la fundación española de nuestra querida Cuenca, de los cuencanos que la aman y respetan, así contribuyen con el engrandecimiento y diferenciación de una urbe donde prima el respeto por el entorno, por sus costumbres, con el cuidado de sus cuatro mayores ríos, de la conservación y cuidado que brindamos los verdaderos cuencanos a los páramos andinos, como El Cajas y Las Kimsacochas, porque el AGUA ES INSUSTITUIBLE en la Ciudad en la que contamos con extraordinaria calidad de servicios sanitarios, hidrológicos, hospitalarios, médicos y eternamente AISLADOS de la red vial ecuatoriana y la comunicación con las ciudades hermanas, del comercio, el turismo y el desarrollo. (O)