ESCENA UNO. Guillermo Lasso gana, con estrecho margen, la presidencia de la República para el periodo 2021-2025. En su discurso triunfal, luego de diez años de buscar inútilmente ganar las elecciones, dice al país: “Les invito a soñar en un Ecuador que sí es posible”. ¿Era en serio?
ESCENA DOS. Los asesores de Lasso, una vez en Carondelet, buscan una manera de resumir el discurso demagógico presidencial y se inventan un lema: “Somos el gobierno del encuentro”.
ESCENA TRES: El régimen lassista cumple diez meses y cada vez está más lejos de la realidad la idea del “encuentro nacional”. Incapaz de manejar los distintos escenarios del poder, el gobierno pierde su frágil mayoría en la Asamblea Nacional tras su alianza con Guadalupe Llori, dirigente de Pachakutik, quien llega a la presidencia legislativa y no es capaz de sostener ni siquiera la consistencia de los parlamentarios militantes de su partido.
ESCENA CUATRO: Llori resulta un fiasco como máxima autoridad de la Asamblea Nacional. Ante la incredulidad de los ojos del país, se forma una mayoría legislativa orgiástica y sin pudor entre tres supuestos grupos rivales que se alían contranatura: el correísmo, el nebotismo y los representantes de los indígenas. Poco a poco se consolida esta mayoría y se avecina el golpe de estado contra Llori.
ESCENA CINCO: Pese a la caída en picada de su popularidad y credibilidad, Lasso antepone sus creencias religiosas a las demandas de la mayoría del país: veta el proyecto de ley para el aborto de las niñas y jóvenes violadas y pierde la confianza de las mujeres ecuatorianas, que son más del 50 por ciento de los electores en el país.
ESCENA SEIS: Un presidente que en la campaña prometió que no subiría los impuestos aparece como un gobernante que eleva los tributos a la clase media y a la clase pobre y que omite el clamor popular de que se regule la actividad de los bancos, las cooperativas y otras instituciones financieras. Si Lasso cree que eso es una forma de que el país se reencuentre, está equivocado. Cada vez va perdiendo el poco apoyo popular que le queda.
ESCENA SIETE: Guillermo Lasso no entiende lo que es la comunicación gubernamental. Pero, lo más grave, tampoco la entienden sus asesores y sus funcionarios cercanos. Nombra un vocero, el abogado Carlos Jijón, quien duró pocas semanas e hizo el papelón comunicacional por defender las ideas presidenciales. En sus escasas y solitarias presentaciones ante los periodistas y ante el público, tropieza, envía mensajes contradictorios entre lo que dice y los que expresan sus gestos. El desgaste de Jijón es perverso: termina fuera del gobierno mientras quienes debían dar la cara, por ejemplo el secretario de Comunicación, Eduardo Bonilla, sigue en su puesto sin que nadie lo cuestione ni le exija resultados positivos para el gobierno.
ESCENA OCHO: Los “históricos” de la Democracia Popular (el expresidente Osvaldo Hurtado detrás del telón y la hoy exministra de Gobierno, Alexandra Vela) se van del gobierno dejando un fuerte y duro mensaje a Lasso: sin Asamblea Nacional a favor y sin ciudadanos a favor, debió haber decidido la muerte cruzada para gobernar sin la actual mayoría golpista, llamar a consulta popular y convocar a elecciones presidenciales y legislativas. Si aplicamos la suspicacia analítica, la impresión que le quedó al país es que Lasso no se atreve porque sabe que perdería las próximas elecciones. Otro punto a favor de la unidad golpista oportunista y contranatura.
ESCENA NUEVE: A través de los medios, en especial los convencionales (incapaces de analizar en contexto los hechos que cuentan de forma sensacionalista), los ciudadanos van percibiendo que hace tiempo al poder político se le fue de las manos el Ecuador. La violencia verbal, el crimen organizado, la delincuencia callejera, el sicariato y, sobre todo, el narcotráfico, tienen al país agarrado del cuello sin que ninguna de las medidas anunciadas por el mismísimo Lasso tenga algún resultado positivo para recuperar la paz social. Las promesas de invertir en seguridad aún son solo eso: promesas.
ESCENA DIEZ: El país se alegra cuando el gobierno anuncia que se instala un radar para que sea posible la detección de los vuelos ilegales que transportan grandes cantidades de droga hasta y desde la provincia de Manabí. El radar no dura ni 24 horas luego de una misteriosa explosión. Pasan los meses y no hay ni siquiera el resultado de la investigación, peor la reinstalación del radar. Punto a favor del narcotráfico internacional.
ESCENA ONCE: A pesar de tanta crítica a lo que hizo la comunicación del correísmo cuando estuvo en el poder, el lassismo termina haciendo lo mismo: en lugar de las sabatinas realiza las martecinas, vuelve a la práctica de tratar de que la prensa no los maltrate pautando en los medios privados los manidos spots de “gracias, presidente” (como si no fuera una obligación constitucional y ética del gobierno invertir el dinero que pagan los ciudadanos en tributos e impuestos a favor de elevar la calidad de los servicios) y repite la táctica de Correa en territorio cuando suceden episodios trágicos como el hundimiento en Zaruma o el sismo en Esmeraldas, pero tarda al menos 24 horas en acudir, con lo que su presencia deja de tener impacto mediático.
ESCENA DOCE: Una imagen similar a la anterior. El correísmo en el poder manejaba dos ministerios: el de la Política y el del Interior. Luego de que el morenismo hizo un mal truco de magia administrativa al no entender la importancia de la división de las dos áreas y volvió a establecer el anticuado y gigantesco formato de “ministerio de Gobierno”, con lo cual se juntaba demasiadas responsabilidades en una sola entidad, el lassismo resuelve, de manera sorpresiva, volver a la estructura correísta. Pero no solamente eso: nombra como ministro de la Política a Francisco Jiménez, un excorreísta y exruptura de los 25 (otro caso de contranatura. ¿O no?).
ESCENA TRECE: La misteriosa llegada de Jiménez, hasta entonces legislador de CREO, a los círculos íntimos de Carondelet, viene acompañada de un olor extraño y contradictorio: mientras el presidente Lasso anuncia en una martesina que no gobernará con la Asamblea Nacional (?), lo que empieza a ocurrir en el país político es, precisamente, lo contrario: Jiménez, por sus antecedentes partidistas y los meses en que ha sido legislador, parece ser el símbolo de movimientos oscuros que terminan en la libertad del exvicepresidente Jorge Glas, a pesar de que en su caso no era procedente el habeas corpus y tiene dos sentencias en firme (casos Odebrecht y Sobornos 2012-2016) y una pendiente por el caso Singue. Hay que recordar que Jiménez planteó en la Asamblea, en abril pasado, la posibilidad de revisar las sentencias contra algunos personajes del correísmo. El país se pregunta: ¿es parte de un nuevo pacto legislativo? ¿Por qué el recurso se presentó ante un magistrado en un juzgado intrascendente y lejano? ¿Qué pasa con la honestidad de los jueces, una cuestión a cargo del Consejo de la Judicatura y de la Corte Suprema de Justicia?
ESCENA CATORCE: La sinuosidad socialcristiana sale a la luz: su máximo dirigente y exalcalde Jaime Nebot, alcalde de Guayaquil por más de 16 años, emite un comunicado en el que, según él, denuncia “cuatro hechos que comprueban el indiscutible pacto de Lasso y Correa: los impuestos, las amnistías, las medidas cautelares en la Asamblea y la libertad de Glas”. En el país del presunto encuentro, todo es un simulacro, todo es impostado, todo es hipocresía. Nebot recién se percata de los alcances del correísmo, mientras en la legislatura sus representantes forman una desvergonzada y férrea alianza contranatura con los asambleístas de UNES.
ESCENA QUINCE: Todavía está por verse en el país cuáles serán las consecuencias del pésimo manejo político de un gobierno cuyo presidente ha mostrado, a lo largo de su vida pública, un enorme talento para generar dinero a su favor y al de los accionistas de sus empresas, pero una manera casi patética y burda de entender al país, entender la sociedad y entender cómo se mueven las frutas en este país donde los ciudadanos comunes estamos excluidos de la toma de decisiones y de la representación real en las funciones del Estado.