Desde el tragicómico final, en octubre de 2005, del caso más conocido como “Notario Cabrera”, Ecuador da señales de ser tierra fértil para captadores ilegales de dineros de gente, no tanto incauta, sino ávida por obtener ganancias desproporcionadas y fuera de toda lógica financiera por sus depósitos.
Las pirámides financieras aparecen por doquier. Sus mentores no necesitan de publicidad. La tienen suficiente por la pregonada por sus propios clientes.
Son descubiertos cuando sobreviene el derrumbe, la desesperación de los depositantes y las tardías denuncias de unos pocos. Esa histeria colectiva luego se profundiza con amenazas, inculpaciones mutuas, violencia y hasta asesinatos.
Ningún impulsor de ese tipo de pirámides ha sido detenido, investigado y sentenciado. Ninguno. Todos huyen a tiempo, llevándose el dinero.
Pero estos hechos no escarmientan a la gente. Luego, cuando se descubre la estafa, se hace la víctima, y hasta busca el apoyo del Estado para recuperar el dinero. Esto no tiene sentido.
El país acaba de atestiguar el final trágico de Miguel Ángel Nazareno, alias “Don Naza”. Este exmilitar habría captado más de 10 millones de dólares de forma ilícita. Lo dice la Fiscalía tras sus investigaciones.
Hizo del cantón Quevedo el punto de operaciones para su plataforma Big Money. En los últimos días fue visto caminando por el Ministerio de Defensa Nacional. Nunca se supo ni se sabrá los motivos.
Justo cuando un juez debía resolver si llamarlo o no juicio, junto a otros dos involucrados, amanece muerto; más claro, asesinado. Los tres fueron sobreseídos por no haber pruebas suficientes para procesarlos. Los 80 elementos de convicción presentados por Fiscalía no fueron suficientes. ¿Un caso de Ripley?
“Don Naza”, como el Notario Cabrera, se llevó a su tumba cuántos secretos tuvo. Con seguridad, tierra y olvido cubrirán este otro episodio de corrupción en Ecuador; y, a lo mejor, cuanto antes se sabrá la aparición de otra captadora ilegal de dinero.