Don “Naza”, -Miguel Ángel Nazareno-, el ex militar y enigmático personaje que en días recientes ha cubierto con su nombre las primeras planas de los medios informativos, quien fue visto por última vez en el Ministerio de Defensa, la institución pública más protegida del país, ha muerto. Inicialmente la noticia, fue seca y escueta. Como si se quisiera ocultarla. No obstante, los oscuros antecedentes que hacen antesala a su vida, pronto inflamaron los noticieros. La información policial, expresó que su cuerpo fue encontrado en la parroquia Amaguaña, al Sur de Quito, con varias heridas de arma blanca y un disparo de arma de fuego propinado en la parte anterior de la pierna izquierda, -justo en la arteria femoral-, esto es, la que por desangre, puede –según los expertos- provocar la muerte en tan solo en 3 minutos. Es así como se pone acento sobre una probable planificación.
La información policial, “sugiriere” que posiblemente fue asesinado. Pero, ¿quién o quiénes le asesinaron? ¿y por qué? He allí el abismal e indescifrable intríngulis. La verdad es que el misterio que rodea al caso abre en abanico una multiplicidad de incógnitas y da paso a igual número de conjeturas. Lo que se sabe es que en su última vez en el Ministerio de Defensa se movilizaba como Pedro por su casa, ergo, es comprensible suponer que contaba con la anuencia de los llamados a controlar el ingreso de personas ajenas a la institución militar.
Las investigaciones posteriores, demuestran que Don Naza fue la cara visible de Big Money, una plataforma que ofrecía pagar a los depositantes el 90 % de interés al cabo de 8 días. Con aportaciones que iban de los 300 a los 5.000 dólares habría captado alrededor de 19 millones de esa magnética moneda. Frente a incumplimientos de pago, fue sujeto de un juicio penal en el que nunca tuvo boleta de captura, más bien, he allí lo insólito y digno de Ripley, después de asesinado, fue sobreseído. Es decir que se liberó a un muerto.
Los secretos que se llevó a la tumba debían manchar la vida de gente realmente «poderosa». ¿Quiénes fueron?, pues, los mismos, que usted imagina, con el agregado de que todo ocurrió en este país divido casualmente por una línea imaginaria. (O)