Hace un poco más de quince años, los esposos Apolo Gavilánez y Valeria Bustos se propusieron hacer algo distinto con la arquitectura. Motivados por la búsqueda de nuevas opciones que rompan con lo cotidiano, se adentraron en las técnicas tradicionales constructivas que se habían utilizado en Cuenca.
Empezaron por la restauración de las viviendas patrimoniales. En vez de continuar con el cemento, que ha ido ganando muchísimo más espacio, optaron por mantener aquellos materiales que primaron en un principio: el bahareque, el barro, la madera y la caña guadua.
Una de las razones por las que decidieron mantener aquellos materiales, hoy considerados como “nobles”, era reducir la huella de carbono.
La construcción también es parte de esa generación de contaminantes, por lo que era ya necesario buscar alternativas en las intervenciones y en levantamiento de inmuebles.
A pesar de que, en aquel entonces, era “muy raro” usar los elementos constructivos con los que hace más de un siglo se levantaron las casas de Cuenca, la pareja dio un salto: dejar de utilizar solamente los materiales nobles en el patrimonio para implementarlo en la construcción de nuevas viviendas.
“Decidimos empezar a investigar cómo, a través de la arquitectura, podemos bajar la huella de carbono de las edificaciones. Fusionando las técnicas ancestrales con esta investigación hicimos un nuevo proceso”, explicó Valeria Bustos.
Para ello, levantaron un laboratorio que fue su propia casa. En ella probaron técnicas y materiales. Ese proceso no fue fácil, ya que, por ejemplo, ya no había obreros dedicados al barro o al bambú. Aun así, día tras día, prueba tras prueba, y con una intensa búsqueda, encontraron una base de trabajo que terminaría reflejándose en su estudio “Al Cubo Arquitectura” y en las viviendas que empezarían a levantar.
Pero, para eso, también fue necesario educar y hacer demostraciones a las instituciones encargadas de dar los permisos de construcción, y, principalmente, a la propia población que desconocía que los materiales ecológicos no solo pueden ser usados en las viviendas patrimoniales o campestres.
“Hoy se han dado cuenta que esto es posible, y que es bueno para la gente, para la ciudad y nuestra arquitectura…Hace unos días vi que uno de los edificios que están a la venta mencionaba que usan materiales nobles en sus acabados. Y eso es lo que nosotros planteábamos”, dijo Apolo Gavilánez.
Para los arquitectos, esta tendencia (que buscan que no sea efímera) también es beneficiosa para la gente de acá, que puede producir los materiales nobles. Con esto, las personas que levantan sus casas no deben buscar los elementos importados, sino pueden contribuir a que la económica local se active.
Beneficios
No solo las instituciones y la población se ha dado cuenta de los beneficios de esta nueva fusión en la construcción que lleva adelante Al Cubo Arquitectura. Las organizaciones internacionales también han hecho eco del trabajo de la empresa de Apolo y Valeria.
En el 2021, en París, la pareja recibió el trofeo Word Quality Commitment Award por comandar una empresa que lidera la propuesta de sostenibilidad, bio y neuroarquitectura.
Y, hace tan solo dos semanas, en Panamá, Al Cubo Arquitectura fue reconocida en el certamen Business Management Awards 2022, en la categoría “Liderazgo empresarial”.
Para la pareja, ambos reconocimientos les han indicado que van por un proceso correcto que empezó hace más de una década bajo la consigna de hacer algo diferente y que ayude al medio ambiente. (I)