El Ecuador que se vacía: la migración a EE.UU. diezma pueblos de los Andes

Casas deshabitadas y calles desoladas es el aciago y silencioso aspecto de Ambatillo Alto, una pequeña población rural de Ecuador donde se sienten los efectos de la nueva ola migratoria de ecuatorianos hacia Estados Unidos, que el año pasado rondó los 100.000 inmigrantes irregulares.

En los últimos meses, alrededor de 200 de los 700 habitantes de esta comunidad de los Andes ecuatorianos han salido en busca de oportunidades, la mayoría rumbo a intentar entrar ilegalmente en Estados Unidos, según cuenta a Efe la presidenta del cabildo, Rosa Masabalín.

Desde zonas poco desarrolladas como esta, en la periferia de la ciudad de Ambato, proceden la gran mayoría de los casi 100.000 ecuatorianos que fueron detenidos o expulsados de Estados Unidos por su condición irregular en 2021, de acuerdo a los datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EE.UU.

La llegada de ecuatorianos a las fronteras estadounidenses solo se ha frenado desde que en octubre pasado México volvió a exigir visado a los viajeros procedentes de Ecuador, pues este país era el trampolín para tratar de cruzar la frontera del vecino del norte.

Así lo demuestran los más de 92.000 ecuatorianos que, solo en 2021, salieron a México y ya no regresaron, según los datos del Ministerio del Interior.

En algunos casos son familias enteras las que, captadas por los coyoteros, han pagado sumas que van desde los 10.000 a 20.000 dólares por un arriesgado trayecto donde se juegan la vida.

Al menos en Ambatillo Alto conocen el caso de una persona que murió en su intento por alcanzar la frontera con los Estados Unidos, aunque Masabalín elude dar más datos cuando se le pregunta por esta historia.

QUEBRADOS Y ENDEUDADOS

Para esta población, dedicada principalmente a la confección artesanal de calzado y al cultivo de fresas, la crisis económica causada por la pandemia de la covid-19 ha sido atroz y aún persiste.

«La mayoría han quebrado», lamenta Masabalín, mientras que otros habían contraído deudas y se veían urgidos de cumplir con sus acreedores.

«A veces nuestros compañeros, por buscar solventar sus deudas, arriesgan sus vidas. Nos preocupa que no vayan legalmente, y cuando fallecen o les pasa cualquier otra cosa», remarca la dirigente comunal, que pide soluciones y ayudas al Gobierno.

Ante el creciente número de viviendas deshabitadas, los dirigentes de la comunidad obligan a las familias que se marchan a dejar a otro pariente a cargo de la casa, a la vez que han implementado rondas nocturnas compuestas por grupos de vecinos para evitar robos.

HAMBRE, FRÍO Y MALTRATOS

En una cancha de fútbol sala desierta, que se encuentra al lado de una iglesia cerrada, está Luis Ernesto Chuncha, dirigente del barrio de Manzanapamba, quien cuenta que su hermano y su cuñado emigraron a Estados Unidos hace aproximadamente un año atrás.

«Aunque con sufrimiento, ellos han encontrado mejores días en el exterior», señala a Efe Chuncha, cuya familia ayudó a reunir el dinero solicitado por los coyoteros para el viaje, que va de 12.000, 15.000 o 20.000 dólares, «depende de las circunstancias y el tiempo».

«El objetivo era llegar, y han llegado, pero vivieron experiencias duras. Lo que nos han contado es que tuvieron que pasar hambre, frío y el maltrato de la gente que les lleva, y en el punto mismo para ingresar a Estados Unidos», narra Chuncha.

«Ahora están estables. Están trabajando y enviando recursos, y es un punto importante para el desarrollo económico de las familias y del país», agrega.

REMESAS RÉCORD

Precisamente, esas remesas que envían los ecuatorianos residentes en el extranjero marcaron en 2021 un récord histórico al alcanzar los 4.362,6 millones de dólares, lo que supuso un 4,1 % del producto interior bruto (PIB) de Ecuador.

El 63,5 % del volumen de las remesas procedió de Estados Unidos, lo que equivale a 2.768,1 millones de dólares inyectados por los ecuatorianos emigrados en la economía doméstica de miles de familias en Ecuador.

La situación es casi idéntica en otras comunidades vecinas como Quisapincha, donde se aprecia algo más de movimiento, aunque la gran plaza principal luce sin casi vida, solo ocupada por un conjunto de puestos de venta de artículos de cuero que esperan pacientemente a que alguien, con suerte, pase durante el día por delante.

En esta localidad, las autoridades parroquiales apuntan a que entre el 40 % y el 50 % de la población se ha marchado en los últimos meses, en un fenómeno migratorio que siempre ha existido, pero que se ha acelerado exponencialmente como otra de las crudas consecuencias de la pandemia. EFE

Andrés Mazza

Periodista y fotógrafo. Escribe sobre cultura, educación, migración y astronomía.

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