La inestabilidad de los ministros habla mucho de un gobierno; y más todavía en el ámbito de la seguridad ciudadana.
En apenas once meses de gestión, el gobierno de Guillermo Lasso suma tres ministros de Defensa Nacional.
A Fernando Donoso, cuestionado por haber suscrito la “Carta de Madrid”, creada en España por líderes de la derecha para “frenar el crecimiento del comunismo”, si bien lo negó, le sucedió Luis Fernández.
Fernández asumió sus funciones cuando a Ecuador, como ahora, le asedia la delincuencia organizada ligada al narcotráfico y con presencia de carteles mexicanos.
“Ahora las amenazas están adentro, porque no se puede caminar tranquilo por la amenaza de la delincuencia y la inseguridad del narcotráfico”, declaró el entonces ministro en su posesión.
Si bien la Policía Nacional es la responsable de la seguridad ciudadana, el Ejército ha debido salir a las calles para coadyuvar en esa causa. Y lo ha hecho por disposición expresa del presidente de la república apoyándose en decretos de excepción.
Ha actuado, además, en el control externo de las cárceles.
Ante la inseguridad los ecuatorianos se sienten indefensos. Ven a diario cometer asesinatos al estilo sicariato, robos, asaltos, microtráfico, estafas, entre otros delitos.
Por lo tanto, piden más acción de las Fuerzas Armadas, cuyo rol, según la Constitución no es precisamente luchar en contra de la delincuencia.
La renuncia de Fernández ocurre cuando ese panorama sombrío sigue vigente; la seguridad nacional también está comprometida por el narcotráfico; y el gobierno de EE.UU. pide a sus ciudadanos tener cuidado en ciertas urbes de Ecuador y no viajar a otras.
Y por si eso fuera poco, las sospechas dejadas por “Don Naza” a su paso por el siempre infranqueable Ministerio de Defensa, más los daños al radar ni bien instalado en Montecristi, dejan un sinsabor en la gestión de Fernández, si bien no tendría responsabilidad directa.
Su sucesor, Luis Lara, asume el mando. Un serio desafío, y con el ojo crítico de la ciudadanía tras sus hombros.