De acuerdo al libro santo del catolicismo y del protestantismo, La Biblia, Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza y como es deducible Dios ni de lejos es parecido a un chimpancé o a un orangután, de hecho nadie lo conoce ni siquiera Jesús, el más elevado de los mesías.
Dos cientos años atrás se propuso una teoría audaz apara aquellos tiempos, pero desafortunadamente radicalmente equivocada que a falta de verdad y conocimiento real la sociedad la ha ido aceptando, a regañadientes al principio, como exactitud. El Origen de las Especies, tal el nombre del engaño, sólo se enfoca en algo general en el natural, inevitable, normal proceso escalonado de cada reino de la naturaleza –que son cuatro: los primeros 3, vigilados y supervisados y el cuarto, en el que está el humano, libre, a voluntad–; todos se perfeccionan INDEPENDIENTES de los demás y ningún reino está permitido mezclarse. Por eso que no se halla ni se hallará el “eslabón perdido” porque nunca existió. La humanidad desde su creación es como ahora, salvo algunos cambios genéticos más necesarios que evolutivos, que serán juzgados y sancionados en el próximo Rayo de la Creación, según el ocultismo. Ningún animal puede transformarse en vegetal y viceversa, excepción que se hace con los políticos que sí pueden transformarse en ratas de los dineros nacionales sin recibir sanción justa sino más bien ensalzados, aclamados como héroes y alabados.
La citada Teoría no da explicación a la existencia de vida pensante antes de la aparición de monos y orangutanes, como el hallazgo en África de una central radioactiva calculada en más de 2500 millones de años, la diminuta espiral desenterrada en Siberia con similar antigüedad, el martillo encontrado en capas de 70 millones en California o toda ciencia en Tiahuanaco que hasta ahora, con los adelantos tecnológicos de esta era, no es posible siquiera igualar su extraordinaria arquitectura y menos superarla; los ejemplos siguen, son innumerables y no cabrían en un libro. (O)