Hay varios funcionarios convocados a tutelar, cuidar y gestionar los intereses del país. Existe quienes deben velar por el cumplimiento de los más altos objetivos de bienestar y desarrollo de la población y el Estado. ¿En dónde están? Mejor dicho, ¿están?
El funcionario público se halla convocado a cumplir un rol activo y protagónico en el cumplimiento de los fines del Estado. Su razón y sentido es la de un promotor del cumplimiento de la norma y el bienestar colectivo. Son servidores públicos que han de contar con personalidad y capacidad para decidir y actuar. Para pensar en el otro y permitir el progreso del país.
Hay coordinadores, alcaldes, prefectos, ministros, policías y militares, concejales, subsecretarios, jueces y más funcionarios que parece ser que este último tiempo no existen. Están ausentes. No se mira un rol protagónico y de compromiso. Parece ser, que la mascarilla les ha afectado y dejado a un lado de la actividad convocada a hacer y cumplir.
Todos les pedimos -a gritos- quítense la máscara, ¡qué digo! la mascarilla; actúen con un compromiso ético por el país que está cayendo en un abismo irreconciliable con los principios y razón sustantiva del Estado. Estamos tan cerca a la orilla de un Estado fallido que no conduce a ningún lugar. No hay obra pública, no existe certidumbre jurídica, no hay una voz de defensa, ni aún menos una lucha frontal contra la impunidad y corrupción. Lo que se mira es desorden, caos y carencia de autoridad.
Ahora que se han ablandado las “reglas pandémicas” ya es tiempo. Es un deber y coherencia. Pues, después de haber vivido una Pandemia, caos, desorden y ruptura de los más elementales principios de la convivencia humana, es urgente que unos cuantos funcionarios públicos se quiten la máscara, ¡ay perdón, qué digo! La mascarilla. (O)