No hay crisis de gabinete dijeron los voceros del gobierno a raíz de la dimisión, en apenas 48 horas, de los ministros de Defensa, Luis Hernández; de Agricultura y Ganadería, Pedro Álava; de Energía y Minas, Juan Carlos Bermeo; más la de Bernarda Ordóñez a la Secretaría de Derechos Humanos.
Los ministros son los “fusibles” de todo gobierno. Son los primeros en “reventar” ante cualquier situación, incluso cuando, en ciertos casos, se les anuncia juicio político; o el gobernante se ve impelido a prescindir de ellos ante la crítica ciudadana o por no cumplir las expectativas.
A poco de cumplirse el primer año del gobierno de Guillermo Lasso la salida de los citados ministros podría ser señal de recambios, acaso urgentes.
A más de agradecer, al dimitir ningún ministro explica las razones de fondo, excepto ese lugar ya casi común: “motivos personales”.
La renuncia de Hernández tendría relación directa con la inseguridad ciudadana. Juan Carlos Bermeo, posiblemente afincaba su gestión en el fracasado proyecto de ley de Inversiones. Pedro Álava, como sus antecesores, se las vio complicada con el sector agrícola.
Solo Bernarda Ordóñez explicó las suyas: no está de acuerdo con el manejo de la crisis penitenciaria o el sesgo en cuanto al respeto de los derechos humanos.
El Presidente, de cara a su segundo año de gestión, tiene la oportunidad para remozar, a lo mejor todo su Gabinete, si bien habrá ministros eficientes, aplicados con las políticas trazadas por él, dispuestos a batirse en medio de la pugna propuesta por ciertos sectores en la Asamblea, cuyos intereses no son los del país sino los de grupo, los electoreros, y de tomarse las entidades de control.
Acorralado por críticas, por un amplio descontento social, preso de sus propias incongruencias, de desentenderse de las razones por las cuales miles de ecuatorianos optaron por él solo para impedir el regreso del autoritarismo, de la corrupción, un sacudón, un recambio, no solo de personas, sino de visión y de compromiso, le vendrían bien.