Hace un par de meses se publicó la declaración de un investigador social y periodista italiano, Emiliano Fittipaldi: “Hace tiempo que estudio nuevos documentos confidenciales, escuchas telefónicas de la fiscalía italiana y de las fiscalías extranjeras y los informes de comisiones internacionales. He conocido a sacerdotes y monseñores que me aseguran que, además de los delitos financieros, siguen cometiéndose otros tantos sexuales. […] Que los abusos de menores no se han erradicado, sino que en los tres primeros años de pontificado de Bergoglio han sido presentados ante la Congregación para la Doctrina de la Fe 1.200 denuncias de abusos «verosímiles» a niños y niñas de medio mundo. Al parecer, no solamente no se ha castigado a los encubridores, sino que muchos de ellos han sido ascendidos.»
En todas partes del mundo hay centenares de denuncias de delitos y comportamientos inaceptables por parte del clero. Entre quienes, con palabras o con hechos, lo han ocultado hay cardenales –como tres de los componentes del más alto grupo de poder en el Santa Sede-. Hasta la fecha, nadie había juntado datos, casos concretos, declaraciones doctrinales e investigaciones judiciales para mostrar el desconcertante y turbador sistema de una Iglesia presa aún del pecado de lujuria y presta a tapar cada escándalo, a proteger al «lobby gay» del Vaticano, a evitar el compensar a las víctimas, y a perdonar y ayudar a los verdugos.
Los sermones que hablan contra la lujuria resultan tan falsos en los templos, en los conventos y en las escuelas religiosas, lugares en que se abusa sexualmente de tantos niños y jovencitos, en los elegantes pisos en donde los monseñores contratan prostitutos. Resultan tan faltos de sinceridad como son las proclamas papales en las que Francisco habla en contra de las multinacionales, del capital transnacional que no vacila en dañar el medioambiente, mientras fondos de inversiones vaticanas han sido invertidas en EXXON y DOW CHEMICAL que han contribuido a grandes desastres ecológicos. Esas son realidades muy difíciles de comprender, pero que se mantienen ocultas para la gran mayoría de fieles que viven en la ignorancia de tan tremendas cosas. (O)