Madrid (EFE-EPA).- Alrededor de 650 «piedras de la memoria» recuerdan en diversos rincones de España a algunos de los más de 9.000 presos que murieron o sobrevivieron a los campos de concentración nazis.
Un memorial que pasa desapercibido en muchas grandes ciudades, pero que lucha por no olvidar la historia de las víctimas y las atrocidades de la guerra.
El proyecto Stolpersteine (literalmente del alemán, ‘piedras que hacen tropezar’) nació en la ciudad alemana de Colonia en 1992 de la mano del artista Gunter Demnig que, hasta el inicio de la pandemia, se encargaba de instalar personalmente la primera placa conmemorativa que se colocaba en cada ciudad.
Hoy hay más de 70.000 Stolpersteine en unas 1.200 localidades de todo el mundo, 650 de ellas en España, que recuerdan a republicanos españoles deportados a los campos nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
Un total de 9.161 presos republicanos estuvieron en los campos de concentración, de los cuales casi el 60% murieron ejecutados o víctimas de las condiciones de vida inhumanas. Hubo 3.539 supervivientes, pero aún se desconoce el paradero de 456, según datos oficiales.
«Estamos muy contentos porque en los dos últimos años ha tenido mucha divulgación y cada vez son más los familiares que intentan contactar con nosotros para instalar una piedra», cuenta a EFE Isabel Martínez que, junto con su marido, Jesús Rodríguez, se dedica desde 2015 ayudar a las familiares de las víctimas a colocar sus Stolpersteine en Madrid.
Ambos coordinan con la fundación de Demnig en Alemania las cerca de 33 peticiones recibidas tan solo este año.
«Este memorial es totalmente diferente al resto. La piedra es individual, (…) y se coloca en su último domicilio conocido, un lugar simbólico e importante para la propia familia,» afirma Jesús.
Con motivo del 77 aniversario de la liberación de los campos nazis, una treintena de familiares de las víctimas se reunieron este sábado frente al monumento a los deportados españoles en la Ciudad Universitaria de Madrid, en un acto donde se recordaron las historias de los deportados, algunos de los cuales pronto tendrán su Stolpersteine.
Desde 2015, cuando se colocó la primera piedra en el municipio barcelonés de Navás, familiares de las víctimas y asociaciones de la memoria histórica trabajan para que este tributo contribuya a que la barbarie nazi y el dolor y cada pequeña historia de las víctimas no caiga en el olvido.
Nieves Cajal Santos supo de la iniciativa Stolpersteine en los Arolsen Archives, el centro internacional ubicado en Alemania, centrado en la persecución nazi, donde recuperó el anillo de uno de sus dos tíos, ambos deportados al campo alemán de Neuengamme, a las afueras de Hamburgo.
Sus familiares, los hermanos Jesús y Miguel Santos Alonso, licenciado y estudiante de Medicina, respectivamente, habían formado parte de los equipos sanitarios de las tropas republicanas durante la Guerra Civil y, tras cruzar los Pirineos camino del exilio, trabajaron en el pequeño dispensario médico del campo de concentración francés de Argelès-sur-Mer (sureste), y en 1944 fueron detenidos por la gestapo.
Los hermanos Santos fallecieron en 1945: «La tragedia la seguimos heredando de padres a hijos. Si no se estudia en las escuelas y no se difunde suficientemente, nunca vamos a poder asumir nuestra historia», añade Nieves, que está pendiente de que se instale la piedra de la memoria para sus tíos.
Cuando se les pregunta, los familiares de las víctimas lamentan el silencio que todavía rodea a lo que ocurrió con los represaliados del franquismo en los campos nazis.
«No conocemos nuestra historia más reciente y es algo intencionado. Hay un silencio atronador en torno a este tema en España», insiste Esther Calcerrada, que supo de la existencia de las memorias de su tío abuelo en 2005.
Isabel y Jesús también se encargan de buscar a los familiares de los deportados a partir del archivo público. Desde julio de 2020 y hasta la fecha encontraron a 14 familias y confirmaron los domicilios de 240 deportados. Cuando no es posible localizarlos, se encargan de tramitar las peticiones para sus piedras para que ninguna historia quede silenciada.
«Lo que implica (Stolpersteine) es que la víctima vuelve al domicilio del que no debería de haber salido, recupera su nombre, deja de ser un número. Al querer leer los datos que pone en la piedra hay que agacharse y en cierto modo se hace una reverencia a esa persona», concluye Esther. EFE