La bella Ciudad de Cuenca, la “cargada de alma”, la patrimonial, la de los cuatro ríos, la construida sobre suelos que en la pre Hispania se conocían como Guapondelig (cañari) o Tomebamba (inca), es una Ciudad con personalidad, con abolengo de distinción andina, sus ríos marcan diferencia y la embellecen a la llanura de flores diseñada sobre suelos australes y distantes de la capital, con un aislamiento crónico y ajeno al poder central, forrada de ofertas fatuas y falsas, olvidada de quienes dirigen los destinos del Ecuador, como lo señaló Benigno Malo Valdivieso, al fundar la Universidad de Cuenca en 1867. Asentada a los pies andinos que conforman el macizo de El Cajas que es una esponja de recepción hídrica en los páramos occidentales y que son la fuente hídrica austral. Capital de la generación hidroeléctrica nacional, en virtud de que el Río Paute, en sus tres estaciones y durante el 2021 produjo el 27,29% del total energético.
Esta Joya morlaca es el fruto de una gestión intensa de hijos que orgullosos de su terruño, han puesto su mayor esfuerzo para desarrollar la planificación y el diseño, la fisiología, la arquitectura, servicios de agua y electricidad, telefonía, etc. Las últimas décadas no hemos sido responsables en exigir sea respetada Cuenca y el Azuay, frente a ello tenemos esta imposición de la cárcel de Turi, las concesiones mineras metálicas, la degradación de paramos y áreas verdes, el avance grotesco de la frontera agrícola, la deforestación no controlada por el Estado, alteración de quebradas y cursos hídricos naturales, la ausencia de proporcionalidad entre pago de impuestos y la inversión en VIALIDAD, el cuidado del PN Cajas, y el cumplimiento de leyes, reglamentos y disposiciones jurídicas, antes que precampañas políticas y la perpetuación antes que la innovación. (O)