Si a usted le cuentan que, en reunión del Concejo Cantonal, uno de sus integrantes insultó a otro, tal vez no le sorprenda, al final, muchos crecimos con el circo de titanes del Congreso.
Pero que hoy en día, en sesión de Concejo, mientras se discute sobre una ordenanza para prevenir la violencia de género, que un concejal insulte a una de sus compañeras y que otro la ataque físicamente, a mí me parece el acto más asqueroso de la violencia contra las mujeres en un espacio político.
Más allá de la sanción que estos personajes se merecen, incluida la destitución de sus cargos públicos, y la total desaprobación social. Debemos preguntándonos ¿qué hace que un hombre público llegue a estos extremos?
La respuesta se puede resumir en la cultura machista, pero, personalmente, creo que es puro miedo. Los agresores tienen terror de perder el control, de ser amedrentados, de que se haga una ley que condene su brutalidad.
Mi total solidaridad con las concejalas de Azogues Mariana Andrade y Nancy González. Definitivamente, nada justifica la violencia patriarcal. (O)
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