Transcurría el año 2008, tenía siete años, me adaptaba a vivir en Ecuador y mi Tete (nombre con el que había bautizado a mi adorado abuelo materno) llevaba más de nueves meses de haber fallecido. No era la situación más idónea en la que un niño pequeño podía estar, pero intentaba llevarla.
Pocos son los recuerdos que tengo de esta época, quizás es por eso que todavía me parece que todo era difuminado e inconcluso. Mi cerebro bloqueó todo a tal punto que no tengo presente haber llorado cuando me contaron que mi abuelo había muerto. Sin embargo, hace alrededor de cuatro meses, gran parte de lo que viví en esa época regreso.
La historia es la siguiente:
En mi búsqueda por entretenimiento pasajero decidí ingresar a la aplicación TikTok, una red social que se caracteriza por explotar los recursos audiovisuales más que los escritos. Mientras mi dedo pasaba con aburrimiento los íconos en la pantalla un sonido golpeó con fuerza mi estómago llevándome a soltar unas cuantas lágrimas.
Y recordé… No todo, pero sí algo.
Después de finalizada la jornada de estudios, que en su momento parecía bastante antipática, llegaba a casa. Mamá me entregaba un ardiente plato de pasta y yo como desespero me lo acababa.
- “¡Muchas gracias, la comida estuvo rica!”, le decía a Mamá y Papá.
- “¡De nada Ibra!”
Pedía permiso y me retiraba a la “sala de estar” para poder jugar videojuegos. Me daban solo media hora para jugar, eso equivalía a cinco partidas, así que como si de un ritual se tratase, encendía mi PlayStation 2 y colocaba el disco de mi juego preferido: FIFA 08.
Tenía una introducción espectacular, era un compilado de las mejores jugadas con estrellas de la época… mi favorito era Ronaldinho. Al terminar, la pantalla se transformaba a un blanco hueso y un leve silbido empezaba a incrementarse mientras se visualizaba el menú principal.
La canción que era utilizada como banda sonora era Young Folks, de la banda Peter Bjorn and John. Recuerdo cantarla mientras seleccionaba el club con el que iba jugar:
“And we don’t care about the young folks”. (Y no nos importa la gente joven).
“And we don’t care about the old folks”. (Y no nos importa la gente mayor).
“All we care ‘bout is talking”. (Lo único que nos importa es hablar).
“Talking only me and you”. (Solo tú y yo).
Era una oda a la romántica experiencia de abstracción generada en el diálogo con un ser entendido y que se hacía entender, lo que es a mi parecer la máxima declaración de amor. Recordé cuando todo lo que pasaba en la vida de mi abuelo y la mía era jugar en la terraza de su casa. No nos importaba nada más…
Por ese instante volví a tener siete y estar en la sala del departamento de mis padres que se alumbraba con una hermosa luz amarilla y se veía tan cálida en los días de lluvia.
Lloré hasta agotar todo mi suministro de lágrimas… Después de calmarme decidí analizar lo que había pasado y cómo un estímulo sensorial tuvo tal efecto.
¿Qué es la memoria sensorial y por qué es tan poderosa?
La memoria sensorial es el proceso en el que nuestra capacidad sensorial, auditiva, visual, táctil, olfativa o gustativa, almacena y se familiariza con estímulos externos. Este tipo de memoria es una respuesta automática a situaciones que se encuentran fuera del control reflexivo.
Es así como nuestro cerebro adquiere y transmite una señal fragmentaria o inconstante, en otras palabras, recuerdos inconclusos.
Cabe aclarar que la información sensorial retenida no solo nos permite reconocer nuestro ambiente, sino también nos proporciona un sentido propio a nuestras vivencias de acuerdo a nuestra interpretación. Esto significa que un mismo sonido va a simbolizar y representar sucesos positivos o negativos, buenos o malos, hermosos o feos, según la experiencia del individuo.
Ante esta información es imposible no trasladarse a la emotiva escena de la película Ratatouille, cuando el feroz crítico gastronómico Antón Ego prueba un platillo que le recuerda al que su madre le solía preparar. Este estímulo lo transporta a su añorada infancia, brindándole una significativa dosis de felicidad.
El proceso que experimentamos para retener información sensorial aparenta ser el de una computadora al guardar un archivo:
- Atención: Es el primer impulso, también se lo conoce como alerta o activación.
- Fijación o codificación: Este es el proceso donde la información se prepara para poder ser almacenada.
- Almacenamiento o consolidación: La información ya queda registrada a largo plazo mediante el estímulo.
- Recuperación o evocación: En este punto ya se puede localizar, acceder y utilizar la información que se ha guardado anteriormente.
Tipos de memoria sensorial
Existen cinco categorías para la memoria sensorial:
En primer lugar está Memoria Icónica, que se utiliza para almacenar información del sistema visual, un ejemplo de esto pueden ser colores o un cartel publicitario. Como segunda la Memoria Ecoica, la cual retiene los estímulos acústicos provenientes del sistema auditivo, como una canción o el tono de voz de una persona. La Memoria Háptica, que se basa en acumular información que procede del tacto, puede ser el sentir de la arena o de una superficie rígida.
También existe la Memoria Sensorial Olfativa, su trabajo es registrar información sobre los olores que desprenden distintos estímulos y por último la Memoria Sensorial Gustativa donde se guardan y clasifican los sabores.
Una clara muestra de la operatividad de nuestra memoria sensorial se da en El Efecto de Fiesta Coctel, nombrado e identificado por el científico británico Colin Cherry en 1953.
Este está basado en la focalización de nuestro cerebro a estímulos auditivos que hemos reconocido con anterioridad. Por eso cuando nos encontramos en un lugar ruidoso y aglomerado, como una fiesta o un concierto, nuestro cerebro procura separar los diferentes sonidos en flujos más relevantes y conocidos.
¿Similar a la memoria a corto plazo?
Se considera que la memoria sensorial opera en un tiempo aproximado de entre un segundo y dos, por lo tanto, puede observarse que su vida útil es extremadamente corta. Es por esto que con frecuencia se la confunde con la memoria de corta duración, sin embargo, esta última se prolonga entre diez y quince segundos y no siempre por estímulos sensoriales.
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El virtuosismo de mis sentidos me llevó a uno de los momentos más ambivalentes de mi vida. Recordé a mi Tete con dolor y también con amor, percibí en unos pocos compases una diversidad de emociones de un período remoto.
¡Es cierto! ¡Somos todo aquello que experimentamos!
No sugiero que aferrarse al pasado sea una buena idea, pero, en ocasiones no está demás enrumbarse en el nostálgico viaje de la remembranza…