Argentina se abre al mercado del cannabis medicinal y la industria del cáñamo, un “nuevo” sector productivo con el que esperan tratar los síntomas de una economía castigada y que los expertos ven como una suerte de panacea, capaz de usarse en varias enfermedades, y para expandir el campo de la investigación médica.
A principios de mayo, el Parlamento aprobó una ley, promulgada esta semana por el presidente Alberto Fernández, que autorizó a productores y comercializadores privados a iniciar estrategias que garanticen la seguridad, calidad, fiscalización y trazabilidad de la cadena productiva del cannabis, algo que desde 2017 estaba reservado para el Estado y autorizado para empleo terapéutico, paliativo y científico.
La Agencia Regulatoria de la Industria del Cáñamo y del Cannabis Medicinal (Ariccame), que surgió con la nueva ley, permitirá la regulación de esta industria con el objetivo de crear nuevos puestos de trabajo, desarrollar una economía productiva en varias provincias y generar exportaciones.
La neurocientífica Silvia Kochen, coordinadora de la Red de Cannabis Medicinal (Racme), del gubernamental Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), dijo a Efe que la nueva agencia “facilitará aquello que tenga que ver con la investigación clínica, modelos experimentales y estudios para una mayor transparencia y seguridad, tanto para los que producen como para los usuarios del cannabis medicinal”.
El Ministerio de Desarrollo Productivo ve un diamante en bruto con potencial económico suficiente para profetizar que para 2025 se generen 10.000 puestos de trabajo y más de 500 millones de dólares anuales en ventas al mercado interno e ingresos por exportaciones que superen los 50 millones de dólares.
El cáñamo, una variedad de la planta del cannabis, puede ser utilizada en la industria indumentaria por sus fibras de gran resistencia, la producción de biocombustibles, así como en la construcción de viviendas de bajo impacto ecológico y la fabricación de papel por su alto contenido de celulosa.
La limpieza de suelos para uso agrícola es uno de sus usos menos populares, pero útiles, debido a la absorción de los residuos contaminantes y toxinas que se almacenan en la tierra.
En lo que respecta a la producción nacional, Argentina posee al menos ocho variedades distintas de semillas de cannabis, esto permitirá ahorrar costos y evitar importaciones.
“Argentina posee los recursos humanos idóneos, comprometidos con la temática desde todos los frentes: investigadores científicos, universitarios, profesionales de la salud, productores y fundamentalmente de los que necesitan sus beneficios”, explicó Kochen.
LA PLANTA DE LOS “MIL USOS”
Para el especialista en cannabis medicinal (endocannabinología) y neurólogo Alejandro Guillermo Andersson, el cannabis medicinal debe estar integrado como una nueva herramienta terapéutica con el resto de los medicamentos habituales.
“La lista de patologías y síntomas a ser tratadas es cada vez más amplia, dentro y fuera de la neurología, como en el uso para la epilepsia refractaria, la esclerosis múltiple, lesiones y parálisis cerebrales, el autismo, el dolor oncológico, entre otras”, enumeró.
Las enfermedades a tratar son casi tan extensas como sus aplicaciones farmacéuticas, que pueden venir en el clásico aceite, pasando por parches y ungüentos, hasta soluciones para vaporizar.
La teoría de la panacea cobra fuerza, pero para Andersson no es más que un complemento a la hora de curar dolencias sin olvidarse del resto de la medicina moderna.
“En el dolor oncológico, los opioides pueden no alcanzar. Si agregas cannabis, bajás las dolencias en un 20 % o 30 % y te alejás del límite por el cual los opiáceos son peligrosos”, añadió.
De acuerdo con el neurólogo, trabajos científicos también han demostrado mejoras en el 30 % de los pacientes con autismo. En general, los tratamientos se centran en medicamentos para problemas periféricos y no para la falta de inteligencia emocional y el contacto con sus familiares.
“Vale la pena hacer la prueba cuándo tenés una enfermedad donde no existe un producto específico”, afirmó el experto.
Respecto a los efectos adversos y adictivos, existen dos componentes: el tetrahidrocannabinol (THC), que es psicoactivo, y el cannabidiol (CBD), que modula el efecto psicoactivo. En dosis altas pueden comprometer la memoria, generar alucinaciones y desorientación transitoria, aunque todo dependerá de la genética y el metabolismo del paciente.
“La adicción es muy baja en comparación con las benzodiacepinas (antidepresivos), que se venden en las farmacias, en el mundo del cannabis medicinal no te encontrás ese problema”, aseguró.
Por último, el doctor se quitó la mascarilla médica para hablar del “consumo adulto” y recomendó evitar la combustión de la marihuana por los daños que genera en la membrana respiratoria.
“Si vos ponés el mismo producto en un vaporizador donde tenés una cámara de cerámico o circonio no hay combustión y no dañas la vía respiratoria. Muchas veces lo uso de forma terapéutica urgente porque el organismo puede absorberlo en minutos en comparación con los aceites que tardan horas”, cerró Andersson. EFE.