La cultura política de una sociedad podría denominarse al conjunto de actitudes que mantienen sus miembros frente a los diferentes sucesos políticos. Tema complejo, por supuesto, y que para complicarlo aún más, va ligada en ocasiones a factores raciales, religiosos, económicos y culturales. Y para muestra, ahí pongo sobre el tapete algunas interrogantes vinculadas a nuestro país, que espero les parezcan interesantes: ¿gana siempre las elecciones un candidato que dice la verdad?, ¿pierde siempre las elecciones un candidato que miente?, ¿gana siempre las elecciones un candidato que hace obras?, ¿pierde siempre las elecciones un candidato que no ha realizado obras?, ¿escoge el elector al candidato en base a la valía personal del mismo, o en base al partido o movimiento que patrocina su candidatura?, ¿conoce la mayoría de los votantes, los antecedentes y la trayectoria del candidato a quién van a favorecer con su voto?. Si contestamos objetivamente las preguntas planteadas, prácticamente todas las respuestas serán negativas, lo que habla, a no dudarlo, de que nuestro grado o nivel de cultura política, “hace agua” por todos lados.
Y las opiniones sobre el mensaje presidencial del 24 de mayo, se prestan también para el análisis. Si tenemos dos pacientes que van a ser sometidos a una operación de la vesícula biliar, el primero no tiene enfermedades concomitantes, y luce aparentemente en buenas condiciones, mientras el segundo, es hipertenso, diabético, tiene una insuficiencia cardíaca y graves trastornos en la circulación venosa, pues es obvio, que el manejo de este último va a demandar mucho más cuidado y que su recuperación se espera más lenta y difícil. Las heredadas crisis moral, política, económica, de seguridad y sanitaria con que el actual gobierno asumió el manejo del país, no son males menores, y no se tratan ni con paños tibios ni se resuelven de la noche a la mañana. Evaluar, por tanto, el primer año de gobierno, sin objetividad ni equilibrio, no abona en la búsqueda de las complejas soluciones y, peor aún, contribuye a fomentar prácticas políticas mezquinas y del todo inútiles. (O)