El IESS parece adolecer de todos los males: excesiva burocracia, regular atención de los servicios a los afiliados; corrupción, si bien no generalizada; luchas internas por el poder dentro de su Consejo Directivo; muchos le deben -el Estado sobre todo- pero pocos le pagan, le faltan medicamentos y otros insumos.
En el actual gobierno ya van dos presidentes del Directorio, la máxima instancia de gobierno del IESS.
Ahora se va Francisco Cepeda, denunciando la frágil gobernabilidad, consecuencia, entre otros factores, del bloqueo a su administración por parte de dos vocales del Directorio: Luis Clavijo y César Rodríguez, en su orden, representantes de asegurados y empleadores. Estarían en funciones prorrogadas desde hace varios años.
La crisis se habría desatado en cuanto Cepeda pidió llamar a elecciones para relevarlos. El FUT y la Cedocut reconocen no tener representante, si bien, en teoría, sería Clavijo.
Según la ley de Seguridad Social, los miembros del Consejo Directivo deben durar cuatro años en funciones. Pero desde 2012 no hay recambio.
Nuevas elecciones no serían posibles por cuanto hay una sentencia diferida de la Corte Constitucional, dictada en 2016, aún no resuelta a falta de una reforma al artículo 28. Van seis años y todavía no ha sido planteada ante la Asamblea Nacional. Increíble, pero cierto.
En opinión de Cepeda, Luis Clavijo y César Rodríguez sancionaron, de forma ilegal, al director general del IESS, Nelson García, quien prefirió renunciar. Ellos lo desmienten; más bien le acusan de querer hacer y deshacer en el IESS “por medio de su compadre”.
Así anda el IESS. Inestable. Ingobernable. Con cambios de dirección a cada rato. A lo mejor sin designarse a un profesional idóneo, con experiencia.
Ya la OIT advirtió como uno de los problemas mayores del IESS las “administraciones pasajeras, poco técnicas e inestables”. Nadie aprende esta lección.