Ecuador lo es desde hace algún tiempo. Un suceso desplaza a otro en menos de un día o una semana. La pandemia pasa a planos secundarios.
De lo ocurrido en la Función Judicial, tras la suspensión del presidente de la Corte Nacional de Justicia, ya casi nadie habla, como si hubiera sido una decisión de poca monta.
De la destitución de la presidenta de la Asamblea Nacional, pese al real trasfondo, visible conforme pasan los días, nadie comenta ni lo ubica en el contexto político.
Hemos estado sobresaltados, como si estuviera en juego la vida, de la resolución de la FIFA ante el reclamo chileno por la nacionalidad de un futbolista ecuatoriano.
La ola criminal, secuestros, robos por doquier, asaltos a mano armada, capturas de toneladas de cocaína, masacres en las cárceles, incursión de bandas del narcotráfico internacional, adueñadas de parte del territorio nacional, son sobresaltos imparables.
Se vienen las elecciones. En la propaganda de los candidatos no faltarán ofertas para dar seguridad a la gente. El miedo, como la falta de trabajo, de comida, la carestía de la vida, da votos. Y habrá incautos dispuestos a creerlos.
En medio de tales sobresaltos, la Conaie desde hoy retoma el suyo: paro indefinido. Se sabe cómo actúa. Se toma el nombre de todo el pueblo para paralizar el país, comenzado por cerrar las vías. Le harán el coro otros sectores sociales, acostumbrados a estos menesteres.
Unos ganan las elecciones, pero otros quieren gobernar imponiendo sus agendas propias, así la realidad no cuaje con sus postulados, algunos hasta antidemocráticos y violentos inclusive.
Las cosas andan mal en el país. No todo por su puesto. No hay un proyecto de país. La romántica diversidad, no lleva a tratar de entendernos, sino a querer imponernos unos a otros así sea a la mala.
¿Quién gana?¿Quién es el beneficiario político del paro de la Conaie? Y peor si el legítimo derecho a la protesta degenera en violencia y vandalismo. Un sobresalto más. Nadie sabe cómo terminará, ni cuándo.