Leyendo el libro, ¿Cómo enseñar la lectura desde la casa?, de Gloria Riera Rodríguez, un aporte para una mejor comprensión del papel de los padres en la educación integral de los hijos y de la lectura en particular, impacta este dato de la UNESCO (2017), “más de la mitad de los adolescentes latinoamericanos (el 53 % ) no alcanzan niveles mínimos de competencia lectora para cuando deberían estar completando la escuela secundaria ”, lo que induce a considerar un fracaso de los sistemas educativos en la enseñanza de la lectura.
Pero, por qué esperar del sistema educativo, únicamente, cuando es la sociedad en su conjunto la que educa y en el caso concreto de la lectura, la experiencia enseña que esta se inicia en el hogar con el ejemplo de los padres. Detrás de todo lector existe un punto de partida que se remonta a la primera infancia con el recuerdo de los padres leyendo; el estudio y la biblioteca de los padres, el misterio de los libros, las enciclopedias, revistas que crean un entorno de magia a la que sucumbe la curiosidad infantil e inicia su hábito lector que, a lo mejor, definirá una vocación y un estilo de vida. La vida comunitaria no aporta mucho a la construcción de una cultura de lectura, se busca como prioridad la cancha de uso múltiple, la casa comunal, el centro de salud, pero muy pocas veces o ninguna una biblioteca comunal. En los planos de la casa nueva se prioriza el área social, recreativa, el oratorio, la cava, etc., menos frecuente un estudio o una biblioteca.
La doctora Gloria Riera Rodríguez en la introducción del libro, ¿Cómo enseñar la lectura desde la casa?, cita al maestro Gilbert Highet: “haga lo que hiciere el padre, su hijo aprenderá de él”, para sostener que los padres son los primeros maestros y que su influencia será definitiva en la vida de sus hijos y, desde luego, en la enseñanza de la lectura. (O)