Una aseveración que es cierta pero que pasa desapercibida por la mayoría de los seres humanos y específicamente de ecuatorianos. La pérdida gradual de la audición no lo percibimos sino hasta cuando alguien o en menos ocasiones nosotros mismos lo notamos y es cuando recién nos preocupamos de acudir al profesional para la respectiva audiometría (medición de la audición). Lo opuesto se da con la perdida gradual de la vista que prematuramente lo notamos y por ende acudimos donde el respectivo profesional para la valoración del caso. Lo mencionado se ratifica cuando más del 60 % de la población acudió, aunque sea una vez para medirse la vista, en tanto que menos del 5 % han acudido para la correspondiente audiometría.
Lo descrito confirma que estamos quedándonos sordos sin que lo notemos y peor todavía cuando se incrementa el ruido o contaminación auditiva sobre todo en ciudades y en zonas en donde se generan estos contaminantes, lo que obliga a preocuparnos de esta situación, pero, sobremanera por parte a los gobiernos sobre todo locales. Anotemos además que el ruido continuo y progresivo genera otros malestares, a saber: incremento de la presión arterial, cefalea, dolores musculares sobre todo a nivel de cuello y espalda, molestias digestivas, incremento del colesterol, triglicéridos y la glucosa, insomnio, fatiga, estrés, irritabilidad, agresividad, falta de concentración y poca productividad.
Creemos que los gobiernos y concretamente el local, de Cuenca, Patrimonio Cultural de la Humanidad, debe interesarse en tratar este grave e invisibilizado problema con políticas que se traduzcan en el manejo del ruido controlando el exagerado sonido de bocinas de carros, motos, parlantes de vendedores ambulantes, repartidores de gas, compradores de chatarra, música a todo volumen de tiendas, bares, discotecas y afines y en lo personal una recomendación cierta: limitar el uso de auriculares.
Actuemos ya, antes de quedarnos sordos orgánicamente, AUNQUE HAGÁMONOS OÍDOS SORDOS A LOS PERJUROS DE LOS POLÍTICOS. (O)