Los sectores productivos del Azuay piden a las autoridades de la provincia exijan al presidente Guillermo Lasso la ampliación del decreto de excepción para esta jurisdicción del país.
Los fundamentos: las millonarias pérdidas a causa del cierre de vías y la poca productividad en las grandes y medianas industrias. Además, están varadas las exportaciones.
No hay una sola vía expedita para el libre tránsito vehicular. Quienes protestan las tienen bloqueadas en sus diferentes lugares de origen, impidiendo, incluso, hasta el paso de ambulancias o de personas cuya salud grave debe ser atendida en la ciudad.
Cuenca está desbastecida de combustibles; en gran medida, también de productos agrícolas. Se ha suspendido el servicio de transporte urbano de pasajeros, excepto el tranvía. La actividad comercial es mínima.
Está afectada la salud emocional de la gente, debido a la violencia, intransigencia y a la incertidumbre por no saber cuándo terminará la pesadilla.
La acción de la fuerza pública para despejar las vías en el Azuay es insuficiente.
En provincias como El Oro, el prefecto, previo diálogo con quienes protestan, ha viabilizado el paso de vehículos para superar el desabastecimiento. Se pide similar actitud a la del Azuay.
El cierre de vías comenzó tan pronto se declaró el paro nacional. Persiste, y con más fuerza, aun en las provincias donde rige el estado de excepción.
El planteamiento del sector empresarial deberá ser analizado por las autoridades provinciales con tino y sagacidad.
El gobierno, entendemos, tomará muy en cuenta el desarrollo y las consecuencias del paro en la provincia, para tomar una decisión extrema como es la del estado de excepción.
En medio de esa incertidumbre, conviene, hacer escuchar la voz de la provincia: diálogo y más diálogo.
A falta de liderazgos, ciudadanos autoconvocados han salido a las calles de Cuenca para exigir paz y diálogo. Igual lo hacen en otras ciudades.
Son más, mucho más, los ecuatorianos en busca de esas aspiraciones en estos días aciagos para la patria.