Y así como se acaba todo en la vida, terminó este paro de 18 días. Todos perdimos, por el desgaste emocional, físico, y de salud. Le costará al gobierno, por ahora, cerca de 1000 millones de dólares para cumplir con los convenios de los 10 puntos planteados por la CONAIE. Perdieron las empresas generadoras de empleo, engranaje principal del motor de la economía. Perdieron las ciudades que fueron sitiadas de manera inmisericorde por el bloqueo de las carreteras, los accesos a los mercados, a las clínicas y hospitales.
Nunca olvidaremos los cuencanos, que, para movilizar el oxígeno destinado a los enfermos, a punto de desfallecer, tuvo que ir un gran hombre como Luca Pallanca a hablar con las comunidades de Molleturo. Y el trabajo de la Cruz Roja, para en una maratónica jornada de más de treinta horas, persuadir a los habitantes de la vía Cuenca-Girón-Pasaje para que dejen pasar un tanquero de oxígeno y gas licuado de petróleo y así abastecer en cantidades mínimas, al Hospital Regional, a los ciudadanos, residencias, asilos de ancianos, locales comerciales que cerraron sus puertas, y demás consumidores.
Tampoco quedará en el olvido, los fallecidos que se llevaron sus secretos y la razón de su presencia en este paro, ante la parca del destino. La gran cantidad de productos botados a la basura, porque se pudrieron, o caducaron su período de vigencia. En verdad, con los daños colaterales, la pérdida monetaria es inmensa; pero lo peor de todo, es la fractura de una sociedad dividida ya desde hace muchos años, por la imposibilidad de tener un plan de vida acorde a sus necesidades y aspiraciones.
Llevamos cuatro años de sobresaltos. El paro del 2019 fue brutal. La pandemia del COVID en 2020 y 2021 desastrosa; y ahora este junio negro de 2022, impide que avancemos y marquemos un compás de armonía en nuestras vidas.
Las necesidades de las comunidades indígenas son justas, como son las del resto de la población, pero también son consecuencia de tantos años de desgobierno sobretodo hasta el 2017, de políticos farsantes, que vieron en el caos la posibilidad de visibilizarse para ejecutar sus planes infames. El intento de desestabilizar la democracia, a través de un golpe de Estado legislativo, por ventaja fracasó, mostrando en realidad quienes son los enemigos de la Patria. De esta desgracia debemos levantarnos, y seguir para que el Ecuador algún momento afirme sus pasos hacia un destino de paz y desarrollo. (O)