Prudencia mediática, señor Presidente

No es fácil enfrentarse a periodistas de enorme experiencia, prestigio y reputación como Patricia Janiot, comunicadora, exreina de belleza y exmodelo colombo-argentina. Muy conocida en América Latina desde que trabajó para CNN en Español (de 1992 a 2017), hoy es presentadora y corresponsal en la cadena internacional Noticias Univisión, que emite su señal al mundo desde Miami, Estados Unidos.

La experiencia, solidez e influencia de Janiot es indiscutible y, por tanto, aceptar una entrevista con ella implica preparación, entrenamiento, líneas argumentales claras y precisas y capacidad para las respuestas a preguntas complicadas.

Cuidar las ideas, las frases y las palabras. Mantener la serenidad aunque los cuestionamientos sean difíciles. No dar lecciones sobre cómo entrevistar y qué temas abordar. Nunca mostrarse incómodo o enojado con los temas polémicos. Ser capaz de mantener solvencia y altura al momento de argumentar. Evitar acusaciones o pronunciamientos que no tengan respaldo en la realidad. Inculpar con pruebas. Ser discreto con cada una de las cosas que se dicen.

Es lo que se llama, en términos de comunicación política, media training.

No sé si el presidente Guillermo Lasso se prepararía de esa manera para su entrevista con Patricia Janot. Pero los resultados, lo que se vio en la televisión, fueron negativos para la imagen del gobernante.

El momento más complejo de la entrevista fue cuando la periodista, con tono de incredulidad y agudeza, le preguntó si tenía pruebas de que el narcotráfico financió el reciente paro nacional. Lasso respondió que sí, pero lo hizo de una manera evasiva, imprecisa y poco solvente. Al final, se posicionó la sensación de que, en efecto, no tiene pruebas.

A los espectadores les quedó la percepción de que el discurso oficial sobre el financiamiento de la movilización dirigida por la Conaie es una suposición basada en especulaciones de lo que puede costar el transporte interprovincial y la comida para miles de indígenas que llegaron a Quito y permanecieron en la capital durante los 18 días que duró el paro.

Patricia Janiot, con su experiencia y agudeza, hizo la pregunta correcta cuando pidió al Presidente que mostrara las pruebas del presunto financiamiento. El entrevistado, en cambio, no pudo responder con exactitud ni precisión. No tuvo pruebas. O no las mostró. Y, por tanto, su acusación, que es grave, se desvaneció en el aire. 

La Conaie, de inmediato, emitió un comunicado en el que rechazó esas declaraciones y el país, de nuevo, se inquietó: ¿cómo es posible que el oficialismo maneje una retórica de probabilidades y no de hechos, justamente cuando los dos sectores en pugna se aprestan a dialogar en torno a los diez puntos que planteó el movimiento indígena? ¿Esta falta de tino y de tacto puede poner en peligro la negociación entre los representantes gubernamentales y los dirigentes de la organización social?

Por el bien del país, del Gobierno y de la estabilidad democrática, el tema del supuesto financiamiento hay que manejarlo con pinzas. Si existen indicios o elementos que avalen la afirmación, el oficialismo debe mostrarlos a los ecuatorianos o presentarlos ante la Fiscalía General del Estado para que investigue, señale a los responsables y se los juzgue con severidad.

En otra parte de la entrevista, el mandatario reconoció a Janiot que algunas de las peticiones indígenas son justas, pero planteó que otras reivindicaciones fueron parte de una agenda desestabilizadora al coincidir los días más violentos del paro con la frustrada votación legislativa del sector político que planteó la moción de destituirlo.

En este caso, no es descabellado plantear el escenario de un posible complot para sacarlo del poder mediante un golpe de Estado institucional.

Pero que esa era una intención concertada explícitamente entre los partidos opositores y el movimiento indígena tampoco está comprobado y es necesario que se lo demuestre. El Presidente ya ha cometido antes algunos errores cuando ha acusado a sus detractores de conspiraciones antidemocráticas o de debilidades políticas, pero no ha mostrado pruebas contundentes que reafirmen sus señalamientos.

Un mandatario debe ser recatado en sus expresiones. Todo lo que dice y todo lo que calla tienen enorme repercusión en la sociedad. Una repercusión que, según de lo que se trate, puede ser, para él y para el país, positiva o negativa.

Ecuador espera un presidente de la República que gobierne para todos los ciudadanos y que cumpla con sus promesas de campaña. Hay mucho por trabajar en las demandas y en las urgencias de amplios sectores sociales, en especial en los aspectos más esenciales: seguridad, empleo, salud pública, educación.

Es en esos temas en los cuales debería enfocar su discurso con el objetivo de que los ecuatorianos perciban que quien los gobierna sabe lo que hace y tiene claros los caminos para mejorar la vida de la gente, en especial de quienes no cuentan con posibilidades económicas para sus necesidades básicas.

Admitir que algunas de las reivindicaciones indígenas son justas ya es un paso positivo si se las atiende de inmediato, con empatía social y capacidad política y administrativa, pero es un error estratégico ensuciar ese reconocimiento con acusaciones que, por falta de pruebas, resultan infundadas, despiertan inquietudes y generan mayor pérdida de confianza en la palabra del primer mandatario.

Son generalizadas las sospechas de que el poder del narcotráfico puede estar detrás de una serie de circunstancias que perjudican al país y que hacen tambalear la vida cotidiana de la gente, pero mientras no existan pruebas tangibles y evidentes no es posible hacer magia verbal para que esas sospechas se conviertan en hechos reales, verificables y comprobables.

La próxima vez que el Presidente deba ponerse al frente de un periodismo agudo y suspicaz que no hace la reverencia al entrevistado sino que lo cuestiona para sacar lo mejor de él, es esencial entender que el media training debe incluir, como actitud, la solvencia y las palabras adecuadas.

Nunca será lo mismo que una hipótesis se proclame a gritos al calor del discurso de un ministro en una ceremonia policial (lo cual no trasciende nuestras fronteras) que aparecer en un espacio mediático internacional con amplia audiencia y reputación y manejar dicha hipótesis como si se tuviera la certeza de que lo que se afirma está basado en claros indicios y evidencias.

En el caso que analizamos no solamente se pone en riesgo la credibilidad presidencial ante el país y el mundo, sino también la paz interna.

Es imprescindible tener en cuenta que el argumento de la financiación del paro puede echar abajo un diálogo que es imperativo sostener para que el país no tenga que vivir de sobresalto en sobresalto.

Y para que no nos dejemos manipular con propuestas de tan alto riesgo como la del líder socialcristiano que, aprovechándose de los dolorosos acontecimientos que acabamos de pasar, ha puesto sobre la mesa del debate nacional el sospechoso tema del federalismo.

A un gobierno y a un mandatario que tengan claro lo que deben hacer con el país no se les puede sorprender con propuestas que son, sin duda, síntomas de lo que la sabiduría popular llama “pescar a río revuelto”.

Por eso hay que ser categóricos y exigir que el Presidente se maneje con prudente coherencia en lo que dice y en lo que hace, en especial cuando lo ve y lo escucha un público cada vez más escéptico y perspicaz.

CMV

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.

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