Acaba de ocurrir un hecho que en lo que va de nuestra agitada vida republican no tiene precedentes. Un episodio que por la fuerza de su catastrófico impacto estuvo a punto de poner punto final a nuestra misma historia. Sus vitrales, en sentido figurado, claro está, aún se estremecen. La vigencia de la república estaba en inminente risgo. Su derrumbe parecía inevitable. Fue tal el fatídico impacto que, estuvimos bordeando el abismo de su disolución. Veámoslo:
Todo se inició con una sucesión de desastrozos eventos politicos que coincidieron de forma funesta. El detonante fue la ilegal y adefesiosa suspensión del doctor Iván Saquicela Rodas de sus funciones de Presidente de la Corte Nacional de Justicia, resuelta por el actual y nefasto Consejo de la Judicatura, cuyo juicio politico amenaza con sacarles por donde entraron: por la ventana. Simultáneamente el paro de la Conaie intentaba destituir al Presidente de la Republica. La precaria designación del Presidente de la Asamblea potenciaba la incertidumbre. Así las cosas, nos habíamos quedado sin los titulares de las 3 principales funciones del Estado. Descabezados. Sin Norte. A la deriva.
En medio de una paz que atraviesa traspiés y desatinos, el reintegro del doctor Saquicela Rodas a la presidencia de la Corte, se constituyó en excepcional acto de justicia. No se trata de un triunfo personal. Se trata del triunfo de la justicia. De la recuperación del solio que le corresponde. Empero, es preciso que Cuenca salga por los fueros de la honestidad y que el Municipio que nos representa –hay coincidencia unánime- repare el desagravio, concediéndole al doctor Saquicela Rodas, el próximo 3 de noviembre, fecha de histórica recordación cívica, una de sus preseas más importantes: La “Municipalidad de Cuenca”. El Municipio no puede olvidar que el doctor Saquicela, es un cuencano que ha dado lustre a su ciudad natal: fue su destacado ex-ViceAlcalde, académico de singular estatura. Su huella sigue viva por donde pasó. Además, la Corte Provincial, como los organismos del mundo jurídico, deberían rendirle el justo homenaje de reparación que se merece. Las sociedades se enaltecen cuando cumplen con su primer deber: ser justas. !Que así sea! (O)