Paren la masacre

La expresión que fue símbolo de rechazo ante la actitud de las fuerzas del orden en los días de crisis por la movilización indígena y el paro nacional, vuelve a ser recordada por otra crisis: la carcelaria.

Según fuentes periodísticas, más de 380 familias han tenido que transitar por el dolor de la pérdida de sus seres queridos, el reconocimiento de cuerpos que se recuperan incluso desmembrados en medio del horror de siete masacres documentadas en el Ecuador, seis de ellas ocurridas en la administración del Presidente Guillermo Lasso.  

Lo vivido en Turi, Guayaquil, Latacunga y ahora Santo Domingo no debe repetirse.  La sociedad reclama coherencia en la actitud y en las estrategias propuestas por las fuerzas del orden que en las calles, ante civiles, hicieron una demostración importante de organización, uso progresivo de la fuerza y dotación de herramientas de protección y disuasión.  Elementos que están totalmente ausentes en el sistema carcelario.

La responsabilidad de las vidas de quienes están cumpliendo con la sociedad o de quienes están a la espera de un dictamen judicial, es del Estado y hoy éste les ha fallado nuevamente.  Las masacres carcelarias son evidencia de las grandes necesidades de la sociedad.  No por las circunstancias psicológicas que, al parecer, las autoridades quieren argumentar para explicar el horror, sino porque demuestra cómo el Estado trata a los más desprotegidos, muchos de esos casos son consecuencia del mismo abandono social y político.

Lo sucedido en Santo Domingo nuevamente pone la alerta sobre las condiciones en el centro carcelario de Turi, que seguirá siendo parte de la preocupación de la sociedad que espera se cumpla la oferta de mantenerla como centro de reclusión regional como una forma de evitar que las famosas mafias pongan en peligro a las personas privadas de libertad asignadas en esta instalación.

Paren la masacre. Que los números no disimulen el dolor de una masacre que requiere un ejercicio con mayor voluntad política, presupuesto y organización profesional.  Que las cárceles puedan ser un ejemplo de la evolución social, no del abandono y desamparo.