La conveniencia según definición de la RAE, hace referencia a aquello que es de utilidad o provecho, también se relaciona entre otras cosas con lo que nos brinda comodidad. La conveniencia se ha convertido en una poderosa fuerza que da forma a nuestras vidas al marcarnos caminos que resultan más eficientes y en los que es más fácil realizar algunas tareas como lavar la ropa en una lavadora versus hacerlo a mano, o comprar chumales listos en lugar de hacerlos en casa.
Sin embargo, la conveniencia o su búsqueda, se ha convertido en un ideal, en una fijación casi obsesiva que nos hace asumir que la conveniencia siempre es buena, y amenaza con borrar las luchas y desafíos diarios que ayudan a dar sentido a la vida y forman nuestro carácter; así pues, la conveniencia de alguna manera nos esclaviza, nos aísla. Dicho esto, no se trata de buscar lo inconveniente todo el tiempo y dejar la comodidad de lado, faltaba más, pero tampoco de rendirnos totalmente y dejar que la conveniencia decida todo como afirmó hace no mucho Evan Williams, el co-fundador de Twitter. El café instantáneo por ejemplo es conveniente, pero ningún amante del café lo va a preferir ante un café pasado que toma más tiempo preparar, pero tiene un sabor y aroma absolutamente superior.
Así es que como Tim Wu dijo, reflexionemos sobre la tiranía de la conveniencia, intentemos resistir más a menudo su poder arrollador y veamos qué sucede. Nunca olvidemos la alegría de hacer algo lento y difícil, la satisfacción de no hacer lo más fácil, de subir por las escaleras o preparar un pastel que no venga listo para mezclar en una caja. La constelación de elecciones inconvenientes puede ser todo lo que se interponga entre nosotros y una vida de conformidad total y eficiente. ¿Nos incomodamos un poco? (O)