Las románticas imágenes de unos respetables caballeros departiendo amigables, formales, pausados y sesudos en las coloridas bancas del otrora apacible parque “Abdón Calderón”; a veces, también en los no menos hermosos y sosegados oasis de “San Blas” y “San Sebastián”, persisten en el imaginario de quienes, vieron, crecer la ciudad más allá de sus monumentos naturales y construidos, en el espíritu de su gente que es lo que definitivamente hace la diferencia y en el caso de la Cuenca Patrimonial, es fundamental.
Los tiempos cambian, siempre para bien aspiramos, la sociedad se dinamiza y en el caso del sector de los jubilados, grupo social representativo de una tradición cultural ligada al desarrollo de la urbe desde los servicios, también se incrementa actúa e interactúa; vienen de la docencia en todos sus niveles: pre primario, primario, secundario y superior; del agro, de la salud, de la educación y de otros tantos servicios y sectores. Es un grupo poseedor de un cúmulo de conocimientos y experiencias que aún pueden aportan y desde luego siguen aportando desde sus núcleos de acción primario, contribuyendo con su bagaje cultural en la formación de niños y jóvenes desde el hogar y desde la comunidad, en donde “los abuelos” y “los mayores” son soportes de unidad familiar y comunitaria, depositarios y custodios de una cultura ancestral y nuevamente responsables de la formación de una tercera generación, cuando los padres deben abandonar el hogar por sus ocupaciones profesionales y los establecimiento educativos, redujeron sus actividad a jornada única.
La ciudad tiene en los jubilados un sector vital para su desarrollo y por lo mismo el compromiso ético de velar para que no se afecten sus derechos ganados y sostenidos con sus ahorros y aportes de casi medio siglo de trabajo. Que la ciudad puede y debe contribuir al bienestar de este sector social es innegable. Sobre esto, también, quisiéramos escuchar que proponen los candidatos. (O)