Cuando Amaru Zeas tenía 21 años viajó a Estados Unidos. Se había endeudado y dejado una vida que tenía en Cuenca porque quería cumplir un sueño: trabajar en el mundo de los videojuegos y de las películas.
A diferencia de otras historias en las que el futuro es desconocido, Amaru tenía claro que, en algún momento llegaría la oportunidad de demostrar su talento. Y, 15 años después de llegar al país norteamericano, el cuencano alcanzó una meta: escribir y dirigir un cortometraje para Amazon Web Services, que se estrenó el 1 de agosto.
Pero antes de eso, si bien su energía desde que llegó a Estados Unidos apuntaba a hacer realidad lo que imaginaba, al principio, cuando tuvo su primer trabajo tras terminar sus estudios y convertirse en un artista visual, no todo fue como se pintaba.
Amaru había sido contratado como artista 3D, sin embargo, la realidad era otra: le hacían limpiar los escritorios de sus compañeros y le mandaban a comprar comida para los clientes del pequeño estudio que no le dejaba tocar la computadora.
“Yo le decía a mi mamá que me endeudé en montón de dinero para estudiar acá, y ahora me están haciendo comprar la comida. Qué voy a hacer acá, le decía. Y ella me dijo que debía y que tenía empezar desde allí”, contó Amaru a diario El Mercurio.
Por el impulso de su madre, el cuencano entendió que, al igual que lo que él hacía en la computadora (crear ambientes, crear personajes, dar vida a objetos), el alcanzar un objetivo era un proceso, y entonces, solo se dijo que en un momento dado estaría sentado frente a esas pantallas.
Un salto al reconocimiento
Tras su paso por la industria de los videojuegos, por la aplicación del marketing y por la realización de documentales, hace cinco años Amaru fue contratado por Amazon Web Services para que trabaje en su estudio creativo FuzzyPixel.
Y en todos estos años, el cuencano, que es el único latinoamericano en formar parte del estudio, ha usado diversas herramientas a través de los servicios de la nube de Amazon Web Services para crear una variedad de trabajos animados.
Su talento y la pasión por la animación le valió para que le encarguen la dirección de arte digital del estudio.
A ese logro se sumó el otro objetivo que había llevado desde Cuenca y que había tomado forma en Estados Unidos: crear un corto animado bajo el auspicio de una compañía reconocida.
El año pasado, el estudio convocó a su equipo a que presenten propuestas para hacer un cortometraje. Amaru, en su caso, envió una historia que se había inspirado en una realidad del Ecuador: la educación rural.
Lo escrito por el cuencano gustó al estudio que decidió producir lo que se llamaría Picchu, un cortometraje, cuya protagonista es una niña que debe movilizarse en el campo andino para llegar a su escuela en el primer día de clases.
Para la producción, Amaru buscó animadores de varios países. Mientras que, para la música y el sonido ambiente del cortometraje, el cuencano acudió a Carlos Freire y Vanessa Freire, dos músicos reconocidos de Cuenca y de Ecuador.
Carlos, junto a su equipo, se encargó de la composición y de la dirección musical. En cambio, Vanessa estuvo al frente de la preparación actoral y cantó dos canciones que se escuchan en el corto.
“Para nosotros es un orgullo que hayamos tenido una oportunidad gracias a Amaru… Con esto podemos visibilizar que los artistas cuencanos estamos que estamos en condiciones de hacer estos trabajos”, dijo Vanessa a diario El Mercurio.
Luego de nueve meses de labor intensa, el 1 de agosto se subió a YouTube y Vimeo el cortometraje dirigido y escrito por el cuencano. Y a pesar de que lleva recién tres días en la web, la historia ha ganado mucha atención.
“Yo sé lo que estoy haciendo y el impacto que quiero generar. Yo siempre digo que hay que seguir nuestros sueños. Mientras haya pasión, haya dedicación, uno puede llegar a donde quiera. Imagínate, yo emigré a Estados Unidos y mi primer trabajo fue comprar comida a los clientes”, dijo Amaru. (I)