Gustavo Petro asume hoy la presidencia de Colombia. Las expectativas no solo se centran aquí; también en la región andina, en toda América y en más de medio mundo.
Es la hora de la realidad, de gobernar, de hacerle frente a tantos problemas, la mayoría ligados a la inequidad social, a la inseguridad, al narcotráfico, a los remanentes de grupos guerrilleros, ni se diga a los generados por la diáspora venezolana.
El pasado guerrillero del nuevo presidente no le impidió acceder al poder, más si los colombianos se hartaron de la hegemonía de conservadores y liberales.
No se considera un combatiente sino un “revolucionario”. A lo mejor una paradoja, pero en nada contradice decir: la izquierda llega al poder en Colombia.
Con matices o no, bajo la égida de la corriente del Siglo XXI o no, predispuesto o no a ir por el camino de varios presidentes cobijados bajo esta corriente, Petro más bien se muestra pragmático.
Su gabinete lo integran personas de varias vertientes políticas: de derecha, de centro, de izquierda por su supuesto. El objetivo: sacar adelante al país impulsando profundas reformas.
Tiene amplia experiencia política. Lo demostró cuando fue parte de la Cámara de Representantes y del Senado; luego alcalde de Bogotá.
Ya se sabrá si pone en práctica su “ideal revolucionario”, o lo combina con el pragmatismo, como hace el presidente chileno, para poner en marcha sus planes de Gobierno, entre ellos conseguir la “paz total”.
En cuanto a las relaciones bilaterales con Ecuador la expectativa es mayor. Se han conducido de buena manera pese a los altibajos, sobre todo en materia de seguridad como consecuencia del narcotráfico, el enemigo común.
Ojalá la diferencia ideológica entre Guillermo Lasso y Gustavo Petro no impida seguir en esa ruta, con énfasis en la integración regional.