La cárcel, infierno viviente

Aníbal Fernando Bonilla

¿Quién administra los presidios? Se entiende que el Gobierno Central. No obstante, los acontecimientos de los últimos años demuestran lo contrario. Los líderes de facciones (que tienen a su cargo armamento sofisticado, servicio de internet, telefonía móvil) manejan pabellones y, lo que es peor, una estructura mafiosa (con nexos colombianos, mexicanos, albaneses) que funciona dentro y fuera de las rejas para extorsionar, traficar marihuana y cocaína o acribillar por ajuste de cuentas, en medio de una evidente corrupción en donde están inmersos desde agentes penitenciarios hasta directores. En las cárceles del Ecuador -con más de 35 mil presos- supura pus por todas partes. (En más de una ocasión se ha escuchado decir que las penitenciarías reflejan lo que es la sociedad circundante).

Ante esto, a fines del 2021 se declaró el estado de excepción, lo que no evitó nuevas masacres entre pandillas. Cercenamiento de cuerpos en batallas campales. Matanzas a diestra y siniestra. Decapitaciones. Cabezas que ruedan en los patios como pelotas de fútbol. Piernas, brazos y sueños mutilados. Centenares de muertos. La sangre salpica en la conciencia de los encargados del orden. No cabe duda que, con la vida no se juega. Los videos y fotografías se reproducen por plataformas digitales. Imágenes estremecedoras. Los internos suplican compasión. Piden la última bendición a sus madres a través de WhatsApp. Otro drama se da con sus allegados que exigen la lista de fallecidos. Queda en segundo plano el vergonzoso hacinamiento. Es flagrante la violación de derechos humanos, tal como lo documenta Human Rights Watch.

En las cárceles de Guayaquil, Latacunga, Santo Domingo, Cuenca se reproduce el infierno total, en concordancia con el testimonio de reclusos que sobreviven en condiciones insalubres, con alimentación deficitaria, falta de acceso a servicios básicos y medicinas, y alto grado de vulnerabilidad, en tanto persiste la desidia y lenta acción estatal. (O)