Nada es tan grave en un país, que la dependencia de quienes administran justicia. Si se admite que la independencia de la justicia es uno de los requisitos esenciales de un estado democrático y uno de los fundamentos de la seguridad jurídica, es fundamental que se empleen todos los mecanismos necesarios para erradicar definitivamente cualquier intento de intervención indebido en sus funciones.
Una lacerante realidad es que nuestro país vive cubierto con el tenebroso manto de la INSEGURIDAD JURÍDICA debido a los abusos y el manoseo de las garantías constitucionales y jurisdiccionales. Con ello muchos han logrado bloquear lo que les dé la gana, con la ayuda de jueces corruptos, que sospechosamente conceden estos recursos, y abogados que actúan sin vergüenza ni ética.
Hay jueces que con sus fallos se han ido en contra del ordenamiento jurídico, y sin pudor contra sentencias dictadas. Jueces venales que usurpan funciones, conceden habeas corpus y disponen la libertad de sentenciados penalmente por corrupción.
Parte de este juego perverso es la actuación de una mayoría legislativa dirigida por el nefasto correísmo y apoyada por vergonzosos asambleístas que sumisos respaldan estas acciones para tomarse la justicia tras el juicio político contra vocales del Consejo de la Judicatura.
Proliferan las medidas cautelares, acciones de protección, recursos de amparo, habeas corpus, pero para los políticos. Esto afecta la seguridad jurídica y deteriora la imagen de la administración de justicia.
Se evidencia la metida de la mano en la justicia en busca de impunidad y revisión de sentencias por corrupción. Los fallos favorecen a la delincuencia organizada, aliada con políticos, y a sectores identificados (el correísmo), que se acostumbraron a manipular a jueces desde su gobierno.
Hay noches, que cuando el velo del sueño cubre mi cuerpo, duermo y me paseo solitario por el valle de las sombras de la vida. Me traslado a orillas del río de la sangre y de las lágrimas; escucho los suspiros aterrorizados de la justicia clamando libertad con impotencia, y contemplando la nada trato de liberarla de su cautiverio.
Pero al despertar, cuando la niebla de mis ojos se ha disipado al amanecer, la realidad vuelve a emerger de sus escondites nocturnos, y veo a la justicia, que pone el cuello del hombre bajo el dominio del tirano y somete cuerpos fuertes y mentes débiles a los hijos de la codicia, para ser usados como instrumentos de su poder.
Para poder funcionar en un sistema de derecho, son necesarias cualidades morales, incompatibles con la corrupción y la manipulación de la justicia. (O)