Lo que vive el país en materia de seguridad es desastroso. Claramente el personal que debería estar capacitado para tutelar a los ciudadanos, no lo está. Las estrategias de defensa y la decisión contundente de luchar contra la delincuencia, no hay.
Se ha puesto en vigencia un régimen de terror de parte de las organizaciones criminales. Delincuencia en todo espacio y en cualquier momento. Hay una ausencia de ejecutorias que tengan capacidad para proteger y servir a la gente con la urgencia de un ambiente de paz y seguridad. No hay medidas, acciones ni reparos contundentes.
Caminar por la ciudad implica todo un desafío. Los únicos desarmados somos la población. No tenemos protección ni seguridad, aquellos, quienes se organizan para hacer daño, están en cada esquina. Fácilmente reconocibles. Son extraños, agresivos, hostiles y peligrosos. No hay espacio seguro. Ni la Policía se salva, menos los ciudadanos.
Las autoridades exclusivamente se han dedicado a determinar o circunscribir los límites de sus competencias. Nadie es competente para entregar seguridad. Solo pueden hacer lo exclusivamente limitado de su gestión de escritorio, olvidando que son representantes de la provincia o cantón para exigir, reclamar, luchar y lograr la atención de quienes mantienen la competencia en seguridad. La palabra gestión también es parte del diccionario.
Los ciudadanos estamos solos. Y no hay duda. En este tiempo de mínimos y minimalistas propuestas, se ha perdido sentido de pertenencia, cooperación y lo que es peor: de autoridad y capacidad. Sí. Autoridad para hacerse respetar, y capacidad para hacer lo que en administración corresponde. Nosotros estamos solos, viendo cada día más violencia e inseguridad, también observamos discursos y nula acción. S.O.S. (O)