Si pensamos que la memoria se limita a la simple repetición de datos, puedo decir como docente que nunca me ha interesado que los estudiantes memoricen una materia, de sobra sabemos que la memoria es frágil, y que mejores resultados de aprendizaje se obtienen a través de la comprensión e interpretación de la información. Además, la teoría del decaimiento explica que, si algo no se evoca o recrea durante mucho tiempo, poco a poco se debilita y puede hasta desaparecer.
Los migrantes digitales, por ejemplo, podíamos recordar muchos números telefónicos, sobre todo de aquellas personas a quienes llamábamos con frecuencia, habilidad que con la llegada de los teléfonos celulares se ha perdido al resultar innecesaria; lo que en mi caso, hace que hasta el día de hoy recuerde el número telefónico de las casas de mis abuelos, ninguno de los cuales vive, y que no recuerde el número telefónico de mi marido o hijos, con quienes se corta la posibilidad de comunicación por ese canal si faltan megas, wifi o batería.
Pero la memoria no se limita a ser una simple repetición de datos. A través de los estímulos que experimentamos, la memoria nos permite recordar eventos, ideas, sensaciones, y relacionarlos entre sí, todo ello clave para el aprendizaje y vital para la adaptación del ser humano.
Tenemos pues razones de sobra para cuidar la memoria. Para este fin recomiendan los expertos comer sardina, ventajosamente para quienes no somos amantes de este pescado, existen otras opciones como el aguacate, las verduras de hoja verde, o los huevos, yogurt, frutos secos y plátanos, de la mano de ciertos hábitos como el incluir actividad física en nuestra rutina diaria, mantenernos activos mentalmente, socializar con regularidad y dormir bien.
¿Qué haremos hoy para cuidar nuestra memoria?
¡Jugar canasta con las amigas!
@ceciliaugalde