Entre los múltiples apelativos que ha recibido el continente americano, debería estar el de estas aves más pequeñas del mundo; en efecto es una de las grandes marcas del legado viviente de la evolución, que gira en torno a más de 340 especies de colibrís ordenadas en 102 géneros; aunque comparten el mismo orden, cada especie tiene características únicas, que se encuentran desde el sur de Alaska hasta la tierra del fuego, y la región con mayor diversidad se encuentra en el norte de los Andes.
Hay varios temas referentes al Colibrí, sus formas, sus colores, su pico; y su papel en el proceso evolutivo, que los científicos analizan su ADN y otras sustancias. En este mundo de micro fluidos, se emplea la aspiración o la succión para mover las gotitas; se creía que utilizaban la acción capilar para capturar su manjar, con la lengua del colibrí; como cuando se introduce un papel en agua y esta se “pega”, pero este método no siempre funciona. Según John Bush profesor del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) “la naturaleza ya tiene resuelto estos inconvenientes”.
El colibrí no malgasta energía succionando el néctar de las flores, sino que aprovecha las fuerzas de cohesión que hacen que una gota de agua sobre una superficie plana desafié la gravedad y adopte su característica forma redonda. Cuando la lengua del colibrí entra en contacto con el néctar, la tensión de la superficie del líquido hace que esta tome la forma de una pajita y que el néctar suba por sus paredes. En resumen, el colibrí se ahorra trabajo dejando que el néctar ascienda por sí misma hasta la boca, esta acción se repite nada más y nada menos que veinte veces por segundo.
Este método de absorción se ha observado también en algunas aves limícolas. ¡Que Bello! (O)