Jessica Martínez, una mujer trans, afroecuatoriana, lideresa de la organización Nueva Esperanza en Ambato, activista y defensora de los derechos humanos, miembro del Consejo de Igualdad de Género de su ciudad; una voz que luchó por los derechos de las trabajadoras sexuales y de la población sexo genérica, una mujer de mucha valía y valiente hasta la médula.
Jessica, fue asesinada con 8 tiros mientras trabajaba en las calles de Ambato el pasado sábado. Ella denunció a las autoridades competentes que estaba siendo amenazada por el narco-sicariato, incluso había sufrido dos atentados. Ella se negó a que las mujeres que realizan trabajo sexual paguen “vacunas” y vendan drogas.
Esta es la realidad de cientos de mujeres que hacen trabajo sexual en el país; el narco-sicariato da dos alternativas: haces lo que dicen o te matan. Lo mismo sucede a comerciantes y dueños de pequeños locales, también a niños y adolescentes en situaciones de calle.
La isla de paz se convierte en una zona de guerra; la inseguridad y el miedo nos abrazan. El Estado no hace nada. El narco-sicariato es un problema de todos, no solo de presos y marginados.