La paciencia de los azuayos

La paciencia de los azuayos debe ser objeto de un estudio antropológico. Permitiría, a lo mejor, entender por qué a veces hasta actuamos con franciscana sumisión, cuando no, pendejismo.

Somos proclives al olvido, al dejar hacer, al dejar pasar, a dejarnos llevar por zalamerías, a ser alabados o contentados con algo o un poco de algo.

Si tuviéramos algo de autoestima, nosotros mismo deberíamos llenarnos de vergüenza, por ejemplo, ahora que un joven motociclista pierde la vida al estrellarse contra una inmensa piedra, que desde abril pasado está sobre la calzada de la vía Cuenca-Oña-Loja.

Sí, desde abril. ¡Quién lo creyera! Y no es solo una, sino varias. ¿Tan paupérrimo de dinero y de ideas estará el Ministerio de Transporte y Obras Públicas, que no se comide en buscar el procedimiento técnico para dinamitar la piedra?

Si inmensos edificios son demolidos sin causar daños a los colindantes, por qué no pueden “demoler” esa “piedrita”, producto de un derrumbe ocurrido, repetimos, en abril.

Cinco meses, y sigue allí. Cinco meses, y nosotros, como si nada. “Esperaaando”; “cojudeaaando”; “confiaaando” en los “buenos oficios”.

Nuestros reclamos, los pocos que se hacen y de vez en cuando -como el de ahora, con seguridad- no pasan, por el norte, del puente de El Descanso; por el sur, del improvisado mercado en la entrada a Baños. Por el resto de puntos cardinales, mejor ni hablar.

Como que algo nos agobia. Como que la pandemia nos dejó medio soquetones. Dirán que faltan liderazgos. ¿Y cuándo los hubo; o quiénes fueron los últimos? Peor ahora. De verdad que tenemos autoridades que ni juntándolas a todas hacen una; o que, habiéndolas elegido en las urnas, causan escalofríos, cuando no, desdén.

Y algunas hasta quieren que las reelijamos. ¡“Ave María Purísima” ilumina a tus siervos para que no sigan tirando la carreta con los mismos bueyes!

Ah, y los que quieren reemplazarlas. Otro berenjenal. Último día del inutilismo y primero de lo mismo puede resultar.

Ojalá viviera Melquiades, el personaje “garciamarquiano”, para cambiar con un dulce de higos su mágico catalejo, que nos permita ver si en medio de tanta mosquetería política hay algún “medio potable”.

¿Y no que nos iban a construir el acceso sur? ¿No que nos iban a construir ni sé qué obras en la Cuenca-Azogues? O no sé qué túnel en la vía El Descanso-Gualaceo.

Y nosotros, “esperaaando”, “derramaaando” lágrimas australes. Entre nosotros mismo, oponiéndonos. Eso más.

¿Vale un estudio antropológico, u otro? ¿Qué dicen los “malpersignados”? (O)

CMV

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.

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