Entre los signos de este tiempo, impuesto por el consumismo, está el de la moda. Para quien escribe, la moda es un enajenamiento al gusto, la costumbre o al uso, reunidos los tres en un todo como ideología. La moda es propia de un grupo en un lapso y en un lugar determinados.
Inicialmente se hizo presente en el vestir, por la búsqueda de un mejor lucimiento. Vine desde tiempos inmemoriales, tal la leyenda que en la antigua Gracia existió un personaje de la escuela de Diógenes que caminaba por las calles con una lámpara buscando “hombres honestos”. El heleno siempre iba desnudo, porque estaba esperando se estableciera la moda definitiva, para entonces recién comprar su ropa. Es fácil colegir que murió en “pelotas”.
Igual de lo que pasa con los dictados de la moda en relación al atuendo, sucede con otras conductas y objetos suntuarios. La gente quiere carro último modelo, enseres de casa de moda, aparatos electrónicos de última generación, hasta una compañía de última usanza se pretende… De esto se aprovechan los creadores de la innovación para engatusar a los frenéticos por la moda.
Lo peor del caso es que la moda no solo afecta a los adinerados, también a la gran masa del mundo que se acompleja cuando no sigue la novedad de los que dicen está a tono con lo último de Nueva York o París. Así compran lujos y se va a “garaje” lo que aún tienen utilidad.
Los productores de celulares ponen en el mercado nuevas versiones de celulares, cuyas formas y aparentes ventajas no pasan de ser sutiles, sin embargo, anuncian grandes mejoras que no son más que tenues formas y aplicaciones para embaucar al consumidor a costo elevado, desechando lo que aún da mucha utilidad y que siquiera había aprendido todas sus aplicaciones.
Apple, Samsung y Google sorprenden al mundo con aparatos recién salidos del horno, entre ellos celulares, tabletas y computadoras, cada vez más sofisticados y con precios elevados. Respecto a los que tuviste el año pasado no difieren mayormente en cuanto a sus bondades.
Todo esto favorece a las transnacionales que aumenten el capital, mientras los ingenuos acrecientan la pobreza. Es conveniente incitar a la gente que no se deje embaucar por lo innecesario y que utilice lo que aún le sirve, por ejemplo, el consejo de los abuelos… (O)