El embeleco del poder
La política está relacionada con el poder. En el juego del poder, siempre, hay pocos ángeles y muchos demonios.
En la política están omnipresentes los intereses, las pasiones, rencores y a veces la perversidad en sus feas dimensiones. En la política recorre desnuda la naturaleza humana. Aparece como lo que es, y no como desearíamos que sea. En estos días de animación electoral, hemos visto que no haya amigos ni enemigos, sino intereses. Unos legítimos. Otros depravados.
No quiero decir que la política deba ser vaciada de un necesario sentido ético al servicio del bien común. No se trata de hacer de la política el descaro y el pragmatismo desvergonzado. Pero tampoco, en la política, cabe jugar a la ingenuidad, la impavidez contemplativa y la inercia.
El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define al embeleco como: embuste, engaño, cosa o persona molesta, enfadosa.
Hay una cantidad de embelecos en esta vida, pero la multitud de embelecos pequeños, han sido clasificados por los budistas en dos grandes categorías: fama y riqueza.
Según mi observación de la vida, me atrevería a añadir a la categoría antes mencionada, el embeleco del poder. Muchas personas cultas han podido eludir los deseos de riqueza; pero sólo los muy grandes han podido escapar, al anhelo de la fama y el poder.
Hay una conveniente expresión estadounidense, que combina los embelecos de fama, riqueza y poder en uno solo: Success o buen éxito. Pero, muchos sabios advierten que: los deseos de buen éxito, fama, riqueza y poder son nombres eufemísticos de los temores del fracaso, pobreza y oscuridad, estos temores dominan nuestras vidas.
Hay muchas personas que han logrado la fama y la riqueza material, y otros ilustres desconocidos han llegado al poder político para enriquecerse y dominar a los demás. Pidan a un hombre sabio que suba a una tarima y pronuncie un discurso cuando el caso lo amerite o no, agitando su lengua como un filudo puñal, seguro se negará a “SERVIR A LA PATRIA”.
A los gobernantes populistas, autoritarios y déspotas, el poder les da dinero, estatus social, comidas gourmet, amantes, buena ropa, autos, aviones de lujo, seguridad, y la ilusión de que todo esto redunda en bien del pueblo. Los hombres dignos, valientes y la prensa libre son el cuco para los dictadores y aprendices de tirano.
La cultura del espectáculo es el arma predilecta usada por los caudillos populistas para eternizarse y deleitarse con el embeleco del poder.
“Si no logras desarrollar toda tu inteligencia, siempre te queda la opción de hacerte político” (Gilbert Keith Chertertón). (O)