Desarrollamos apegos emocionales desde que nacemos. El término apego (John Bowlby, 1958) hace referencia a aquel nexo cargado de emoción que se da entre una persona y un sujeto específico. Inicialmente el apego se estudió en la relación madre-hijo, y la ansiedad que la ausencia de la madre causa en el recién nacido.
Desde un inicio destacó que el apego es un nexo cargado de emoción que puede causar mucho placer cuando el sujeto de apego está presente (madre o principal cuidador del niño), más aún, frente a expresiones de afecto de dicha persona; o también puede causar dolor con la distancia o el rechazo.
Estudios posteriores han demostrado que los distintos patrones de interacción entre los recién nacidos y sus madres, padres y principales cuidadores hacen que éstos desarrollen de manera diferente su apego. Así, los individuos podemos desarrollar tres estilos de apego: (i) estilo seguro, que se caracteriza por la confianza en la disponibilidad de las figuras de apego cuando se las necesita, se presenta con comodidad en las relaciones cercanas y de confianza; (ii) estilo evasivo, que siente inseguridad en las intenciones ajenas y prefiere distancia emocional; y (iii) estilo ansioso/ambivalente, que se manifiesta con deseo de intimidad de la mano de inseguridad sobre la respuesta de los demás a este deseo, y miedo al rechazo.
Es importante el tipo de apego que desarrollamos en nuestra primera infancia, ya que, está comprobado que el apego es una característica de los seres humanos que está presente en las relaciones interpersonales a lo largo de toda la vida. Existen muchos niños que no reciben el cuidado y cariño que les permita desarrollar un estilo seguro de apego, como sociedad tenemos una deuda y obligación con ellos.
@ceciliaugalde