Aurelio Maldonado Aguilar
Pues ni tan siquiera el chapulín colorado. La cosa es tan grave, con una inseguridad tan monstruosa, que se escapó de control de Gobierno, policía y seguridad social.
Guayaquil, fundamentalmente, se lleva la medalla de la ciudad más violenta y de los más altos índices de asesinatos y sicariatos de toda la historia nacional y todo bajo las crueles conductas delictivas y asesinas del imperio de la droga, pues no podemos dejar de asegurar que Ecuador se convirtió en enorme y estratégico territorio, caleta para el expendio de estupefacientes, coadyuvado de una facilidad de corrupción de todo ente controlador e incluso de autoridades, que reciben pingues y secretas coimas para lograr el ilícito.
Como en la mejor época de Escobar en Colombia, vamos acostumbrándonos a oír y mirar en los noticieros, asesinatos y sicariatos espantosos.
La imagen de un fiscal en los últimos estertores de muerte en medio de la calle al pie de su oficina, con miles de dólares en sus bolsillos y las imágenes de motos que traen su cuota de plomo, secuestros, asaltos a casas y urbanizaciones, espeluznan.
Cosa clara también, es que casi todos los asesinados tienen de una u otra manera contacto con el narcotráfico y su terrorismo, lo que a las claras da para suponer que son ajustes de cuentas entre traficantes y mafiosos que pujan por mantener hegemonía con ejércitos bien armados, viciosos y psicópatas que disparan decenas de veces al cuerpo que tienen señalado eliminar, sin el más mínimo razonamiento o arrepentimiento.
Aeropuertos, puertos marítimos, submarinos y mil y un artilugio para lograr trasladar la droga a los centros de consumo, están tomados y controlados fuertemente por grupos conocidos que pujan y se identifican mediante paredes pintadas con sus nombres y figuras.
Son tan enormes las ganancias, que caen fácilmente los incautos convertidos según sus agallas, en carne de cañón lista a ser sacrificada en cualquier momento. Los capos convertidos en dueños de vidas y haciendas en meteórico tiempo de delinquir sagazmente.
Mientras que el gobierno nacional se llena de impulsos suaves en bien de los mal entendidos derechos humanos de los delincuentes, la ciudadanía se encuentra desprotegida y víctima, pues casos existen de policías encarcelados por defensa propia, así como nos aterramos que desaparezca de un cuartel de policía en jarana, la esposa de un oficial que está siendo señalado como el asesino, en medio de gritos y pedidos de auxilio, para luego desaparecerla. (O)