Andrés F. Ugalde Vázquez
Déjenme ver si lo tengo claro. Una mujer, una más, ha muerto asesinada. Y lo que se pretende, para aclarar los hechos, es que la policía conduzca una investigación sobre un policía que asesinó a una mujer en una escuela de policía, con la complicidad de otros policías y se deshizo de su cuerpo en un cerro donde entrenan los cadetes de policía.
Y a propósito, si alguien sabe algo o tiene información, no dude en llamar a la Policía. ¿Lo tengo claro? ¿Es así la cosa? ¿De verdad?
Y no, no es la primera vez que sucede.
Ya nuestra historia registra macabros episodios donde miembros de la Policía Nacional han sido responsables, solamente en la era democrática, de más de cuatrocientas cincuenta violaciones de los más elementales derechos humanos como privación ilegal de la libertad, tortura, violencia sexual, desaparición forzada, atentado contra la vida y ejecución extrajudicial, y todas, además, protagonizadas por agentes del Estado, casi siempre, miembros de la policía.
Guarda la memoria la historia inconclusa de Ivonne Cazar quien también salió una aciaga noche en compañía de un policía antes de desaparecer para siempre. Allí está la historia de Consuelo Benavides, víctima esta del sistema de represión estatal del cual la policía fue el brazo armado.
Perdida en la bruma del pasado está también la historia de los Hermanos Restrepo, víctimas presuntas del SIC-10, grupo antisubversivo de la policía nacional, pozo sin fondo que devoró más de seiscientas víctimas.
Así que no, no vayamos a pensar que este femicidio es un caso aislado. El siniestro video que muestra a Ma. Belén Bernal ingresando a la escuela de policía para encontrar su muerte, es parte de un patrón que tiene décadas.
La policía nacional es un organismo, hace muchos años, en franco proceso de descomposición.
Mal capacitados, mal equipados, mal pagados y plagados de casos de corrupción, son y han sido siempre una bomba de tiempo que ahora ha cobrado una nueva víctima.
Ma. Belén, tarda la justicia, tarda tanto, pero llega. Tiene que llegar. La memoria del pueblo, aún en estos días de amnesia obligatoria, no olvida. No olvida y tampoco perdona… (O)
@andresugaldev