Tito Astudillo y A.
La trascendencia de prácticas culturales ancestrales en muchas celebraciones regionales se explica también, a la luz del calendario agrícola andino, basado en la dualidad lumínica Inti (sol) y Killa (luna), que sostiene otra dualidad fundacional, la vida y la producción agrícola, que dan lugar a la conmemoración del Killa o Koya Raymi de la fertilidad de la tierra, y el equinoccio de primavera (24 de septiembre), mes en el que el santoral oficial ubica solemnidades marianas unidas a rituales de sanación.
Hernán Loyola Vintimilla en su libro, Geografía Sagrada Arqueoastronomía de Pumapungo – Guapondelig, nos recuerda que, en el calendario festivo prehispánico, alrededor del equinoccio de primavera austral, 23 de septiembre, se celebraban rituales de sanación y se expulsaban las enfermedades propias del temporal frío del invierno austral.
Nos recuerda, citando a Guamán Poma, que en el mes de septiembre eran frecuentes muchas enfermedades y muerte. Que se baldeaban las casas y las calles, que se quemaban la ropa y cobijas y las cenizas se arrojaban al río, que la población se bañaba en sus aguas para expulsar en su corriente las enfermedades.
En este contexto, también, ubicaba nuestro autor la costumbre inmemorial cuencana de, en el mes de septiembre, viajar al valle de Yunguilla o a la Costa en busca de los llanos y las playas como un ritual vacacional, repetitivo.
En el mes de septiembre en la región austral se celebra una de las romerías más importantes por la cantidad de feligreses que moviliza, la de la Virgen del Cisne en el santuario de la parroquia homónima o en la ciudad de Loja buscando, a su amparo, salud y curación de sus padecimientos.
Por esta fecha también se celebra la fiesta de la natividad con advocaciones a la Virgen del Rosario y del Rocío protectoras de las siembras, pero una promesa o un milagro de salud y sanación siempre serán una petición y motivación especial. (O)